BORIS EIFMAN UN ENORME ARTISTA
Su Compañia cumple 40 años
En el mes de mayo se presentará en Buenos Aires, el Ballet uruguayo El Sodre con la obra del artista Boris Elfman, El Hamlet Ruso. Boris Elfman es el hijo de una pareja de judíos ucranianos enviados a Siberia durante la Segunda Guerra Mundial cuando Boris era un niño pequeño.
Estudió coreografía en el Conservatorio de Leningrado, a los 13 años hizo su primera escenografía y a los 16 años fundó su propia compañía. “Para ese entonces comenzó con la creación de obras de ballet que exploraron no sólo el movimiento, sino también el mundo interior del ser humano.”
A diferencia de muchos otros judíos de Rusia, Eifman nunca ha cambiado su nombre o huyó a los Estados Unidos o a Israel, a pesar del acoso antisemita al que lo sometieron las autoridades. Elfman permaneció en San Petersburgo hasta 1989, cuando luego de su viaje a Israel creó su obra Mi Jerusalén. Boris Eifman es un coreógrafo que no hace nada a medias. Sus ballets muestran la danza como un gran drama, basado en historias como Anna Karenina, Los hermanos Karamazov, la vida de Rodin y una Aldea Rusa; favoreciendo una expresión emocional extravagante, que constantemente rompe los límites del lenguaje de la danza clásica.
Este año su compañía cumple 40 años, Elfman dijo en una entrevista que siempre se sintió atraído por las ideas y la herencia intelectual de Sigmund Freud. Ahora, con 70 años, él es uno de los pocos coreógrafos y directores de compañías teatrales judíos en Rusia y disfruta de un alto perfil y un fuerte apoyo estatal. Esto ha sido duramente ganado, han sido más de cuatro décadas que su compañía ha resistido tiempos de profundos trastornos en Rusia “Los primeros diez años, en la URSS, fueron épocas muy difíciles, durante el cual trató de establecerse como un coreógrafo libre en una sociedad que no lo era”, dice Eifman. “Hemos tenido que luchar por cada producción y cada actuación.” Entonces vino la perestroika: “La libertad estaba fluyendo – pero se parecía a la anarquía, porque la situación financiera fue un completo desastre, todo estaba cayendo en picada y no había viabilidad financiera, incluso para crear un espectáculo Muchos bailarines se pasaron al oeste y fue una tarea compleja poder mantener el teatro.
“Los últimos años han sido una especie de renacimiento. La compañía tiene un fuerte apoyo, tanto financiero como moral, de las autoridades y hoy tenemos la oportunidad de presentar nuestro arte por el mundo.” Cada temporada se dan alrededor de 100 actuaciones en Rusia, además de extensas giras; este año han visitado Kazajstán, Hungría, Eslovenia, Eslovaquia, Georgia, Bielorrusia, Mónaco y Tel Aviv, donde se agotaron todas las entradas en la Opera Israelí.
La identidad judía de Eifman ha formado una parte crucial de su arte. “Durante la era soviética me sentí algo presionado a causa de mi identidad étnica”, dice, “y ahora estoy feliz de estar viviendo en tiempos en que a nivel oficial no se puede sentir ninguna sensación de antisemitismo. Sin embargo, durante la época soviética, con producciones tales como el Cantar de los Cantares y Mi Jerusalén, a pesar de las circunstancias externas necesitaba hallar una forma de lograr una expresión para trabajos relacionados con temas étnicos o religiosos”. Mi Jerusalén era “ante todo dirigida al público joven que ha perdido la fe en muchos valores morales”.
Es una persona que cree profundamente en Dios”, declara, “pero este tipo de conversación con un poder superior es a nivel personal. No busca un mediador para su relación con Dios Cuando viaja a diferentes ciudades siempre trata de asistir a una sinagoga, debido a que muchas generaciones de judíos llegaron siguiendo los mismos pasos para expresar sus creencias religiosas. Cuando se acerca al Muro de los Lamentos en Jerusalén, siento que este era el lugar al que han llegado muchas generaciones de judíos y en este momento se siente unido con las almas de todos ellos.
“En su estudio trabaja con bailarines rusos y comparte una parte de su alma con ellos, para acercarlos y compartir con ellos las almas de las personas con quienes se había relacionado en ese otro mundo, a cambio de recibir de ellos su alma rusa. El gran alma judía y el gran alma rusa juntos crearon algo nuevo, una nueva clase de experiencia espiritual a través del arte del ballet.
Según Elfman cada artista guarda dentro de sí mismo la memoria de sus ancestros, y él, por supuesto, no es ninguna excepción – por lo tanto, tiene la concepción trágica de su arte, buscando la comprensión filosófica de la vida con una sincera religiosidad. Pero su privilegio está en la combinación de su alma judía, su invencible deseo de saber la Verdad y la gran cultura rusa.”
Traducción
Alicia Benmergui
Homenaje al heroico levantamiento que demostró acción, no pasividad.