HISTORIA DEL ARTE JUDÍO
*Este es un texto que nos explica como y cuando puede empezar la historia de los pintores judíos a formar parte de la cultura europea. La cuestión de si puede hablarse de la existencia o no de un arte judío es lo que provoca un debate muy interesante sobre el tema que tendrá próximamente un lugar en este espacio.*
Los pintores judíos no comenzaron a ser conocidos hasta la segunda mitad del Siglo XIX, cuando sus correligionarios pudieron al fin gozar del movimiento de Emancipación que se manifestó por esa época en Europa. Anteriormente pocos judíos se habían consagrado a la pintura por el hecho de que su condición social no les permitía hacerlo libremente y que su religión prohibía la representación de las figuras humanas. No siempre esta prohibición fue respetada al pie de la letra, ni siquiera en la antigüedad y todavía menos en la Edad Media como se puede constatar perfectamente mirando los libros relacionados con los rituales tradicionales.
El Décimo Mandamiento, que representa uno de los principios básicos del Judaísmo, decretó que no debían representarse los dioses con estatuas o las imágenes que se hallaran bajo los cielos, sobre la tierra o sobre el mar. Este texto recuerda también a sus seguidores que no representarán la imagen de Dios de ninguna manera, ni crearán estatuas que representan los símbolos o imágenes de hombre o mujer y aun de animales vivos sobre la tierra. (Deutéronomio 4:16 – 18).
Este Mandamiento tuvo una influencia considerable sobre el curso de la historia del arte judío, restringiendo o inhibiendo su pleno desarrollo. Durante los siglos siguientes, las autoridades talmúdicas o rabínicas tuvieron tendencia a reforzar este decreto y condenaron la mayoría de las veces las representaciones de imágenes por idolátricas.
Sin embargo, las Escrituras contienen referencias al arte y a sus ejecutantes. En Éxodo 31:3- y Éxodo 35:31-34 se hallan elogios explícitos en favor de los maestros artesanos del Templo, como esta afirmación por ejemplo:” los dotó del talento para ejecutar toda esta obra de artesano, de artista”. Y en el Rabat 133b se descubre el consejo de glorificar lo divino a través de bellos objetos.
Por otra parte, las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en Israel permitieron constatar que los judíos de los tiempos antiguos no se abstenían de representar imágenes. En realidad, el Décimo Mandamiento fue interpretado de diversas maneras a pesar de la censura de los rabinos. Ha habido gran variedad de formas de representaciones visuales que permiten ver hoy que durante ciertos períodos las comunidades judías y sus artistas llegaron a vivir y trabajar eludiendo las prohibiciones. Los ricos mosaicos encontrados en las sinagogas de la Galilea y los extraordinarios murales de la Sinagoga de Dora Europeos (Siria) que datan del siglo III den., así como algunos escritos que están relacionados con lugares de culto tienden a demostrar que el arte visual jugó un cierto rol en la vida de los judíos en diferentes épocas. Sin embargo, el arte judío sufrió luego un largo ciclo de decadencia antes del período de la Emancipación, a principios del Siglo XIX.
De hecho, los pintores de comienzos del Siglo XIX ignoraron los principios religiosos prohibiendo la representación de imágenes y trabajaron fuera del marco religioso. No obstante, como se indica en “la Historia del Arte judío” (World ORT Unión), las artes visuales, en particular, el arte figurativo, se convirtieron con la Emancipación en transmisores importantes del judaísmo con la representación de los aspectos de la cultura y la historia judías como se puede comprobar especialmente en las obras de Chagall o Kitaj.
Los partidarios de la Haskalá, que obraron en favor de la Emancipación, impulsaron a los artistas a hacer abstracción de los preceptos religiosos a riesgo de sufrir el anatema de los sectores ortodoxos. La corriente por la cual se inclinaron numerosos artistas llevó entonces al fenómeno del expresionismo judío el cual impulsó un verdadero ímpetu de renovación a la representación de los símbolos, signos y ritos de la cultura judaica.
Gracias a la Haskalá y a la nueva mentalidad de estos artistas, el mundo del arte prestó una nueva dimensión a la mentalidad de esos artistas, luego de 1870, de los que emergieron pintores como Jozef e Isaac Israëls, Edouard Moyse, Isidore Kaufmann, Mauricy Gottlieb, Simeon Solomon, Gustav Bauernfeind, Max Liebermann, Abel Pann, Lesser Ury, Yehuda Penn, Marc Chagall, Henry Hayden, El Lissitzky, Amedeo Modigliani, Julius Pascin, Chaïm Soutine, Moïse Kisling, Jankel Adler, Eugène Zak, Chana Orlov, Louis Marcoussis, Marcel Janco, Mané-Katz, Moshe Castel, Reuven Rubin, Nahum Gutman, Marcel Dyf, Pinchus Krémègne, Michel Kikoïne y tantos otros.
Hacia 1880 no hubo más de una treintena de buenos pintores judíos que trabajaban en Europa. Cincuenta años más tarde, su número se había decuplicado pero la edad de oro sólo duró tres décadas entre 1910 y 1940, es decir, hasta el momento de la invasión de Europa por las tropas nazis.
Con la llegada de la guerra, las persecuciones se generalizaron inmediatamente en los países ocupados y el Holocausto causó la desaparición de numerosos artistas de talento. Cuando terminó el conflicto la idea de ver por fin nacer a una escuela judía de pintura se había desvanecido y eso a pesar del éxito mundial obtenido por Chagall. Después de su muerte, en el único lugar donde tuvo lugar un surgimiento artístico equivalente al período anterior a la Shoa, fue en Israel donde numerosos pintores han tratado a menudo temas vinculados con las tradiciones del Judaísmo y su folklore.
Génesis
Siempre hay un comienzo en lo que concierne a toda escuela de pintura y para los pintores judíos, el verdadero comienzo tuvo lugar dentro del marco determinado por el academicismo. Durante la primera mitad del Siglo XIX se pintaron retratos y algunos paisajes, fueron muy escasos los temas elegidos relacionados con la vida en el seno de la comunidad.
De hecho, las prohibiciones en la producción artística judía, concernían a la representación de imágenes, existía una fuerte inclinación, muy largamente practicada, hacia un arte judaico pleno de símbolos y signos, los pintores que se ocuparon de la vida judía no fueron numerosos. Además varios pintores no judíos, como Rembrandt, doscientos años más tarde habían realizado los retratos de numerosos rabinos y pintado numerosas escenas del Antiguo Testamento
Así, Jozef Israëls se dedicó a pintar típicas escenas holandesas y muy raramente temas judíos en tanto que Camille Pissarro, quién era judío estuvo exclusivamente ligado al movimiento impresionista y no produjo obras inspiradas por sus orígenes.
Más tarde, Modigliani, un judío italiano, se instaló en París donde encontró su propio estilo que se hallaba completamente alejado de las tradiciones judías. Lo mismo puede decirse de Hayden, Kisling, Pascin y Soutine. De los maestros que se convirtieron en los fundadores de la Escuela de Paris y su relación con el judaísmo no puede percibirse más que a través del modo de expresión y de la utilización de colores que los hizo inscribirse en un movimiento determinado. Había en ellos un verdadero sentimiento específicamente judío, que se trasuntó en muchas obras ya que estos pintores, lo quisieron o no, permanecieron ligados en su mayor parte a sus raíces familiares y a los países de dónde venían.
Ellos fueron como expatriados a Paris, Berlin o Viena que se convirtieron en sus nuevos lugares de residencia, pero permanecieron unidos por sus afinidades y formaron una comunidad unida con otros emigrados no judíos como Picasso, Juan Gris o Kandinsky. Sin embargo, para los franceses continuaron siendo extranjeros y solamente una minoría llegó a sentirse parte de su nueva patria. Sin embargo, el período caótico de la Segunda Guerra Mundial no tardó en recordarles sus orígenes y que ser judío y aún cristiano con un padre o un abuelo judío, constituía una terrible desventaja a través de toda la Europa ocupada.
Marc Chagall no fue diferente de esos artistas aunque adoptó una aproximación diferente en su manera de trabajar. Muy conocido por sus raíces judías, pintó la escena que le recordaba su juventud en el Shetl y durante toda su carrera, su inspiración estuvo largamente ligada a la Biblia. Contrariamente a Chagall, Moïse Kisling en Paris o Henryk Kuna en Polonia, con todo y pese que ambos nacieron en familias judías, vivieron y trabajaron completamente fuera del contexto judaico.
Sería sin embargo inexacto pretender que los artistas judíos no comenzaron a manifestarse más que en el siglo XIX. De hecho a pesar del Décimo Mandamiento, decretando que estaba prohibido erigir estatuas y señalando que no podían posternarse ante ellas o adorarlas, los judíos que Vivian en Tierra Santa hace dos mil años y más aún, se tomaron la libertad de erigir esculturas en sus calles o decorar sus casas con imágenes figurativas.
Se debe señalar por otra parte que la religión había hecho una excepción concerniente al Arca sagrada en el Templo de Jerusalem pues había sido adornada con querubines. De hecho, el arte judío encuentra su fuente en la construcción del Primer Templo que estimula directamente su desarrollo durante el Siglo IX antes de la Era Cristiana.
El mismo rey Salomón ignoró el décimo Mandamiento ya que instaló en el templo una fuente imponente de bronce llamada « El Mar » apoyada sobre doce bueyes esculpidos.
Durante los siglos siguientes, hubo un cierto desarrollo del vocabulario visual decorativo pero la caída del Imperio Romano y el advenimiento del Islam terminaron por escindir a la comunidad judía en dos grupos geopolíticos diferentes.
En el mundo cristiano, los manuscritos iluminados fueron abiertamente producidos en el seno de la comunidad judía, especialmente en el sur de Europa. Esta tendencia fue totalmente diferente durante los siglos XII y XIII en Alemania, donde los representantes del nuevo movimiento ascético y místico de los Hasidim se opusieron a todo tipo de ambición estética. De hecho las figuras humanas en los manuscritos de la región del Rhin fueron mostradas con caras de pájaros o reemplazadas por cabezas de animales.
En el mundo islámico, los judíos orientales terminaron rápidamente por respetar los preceptos de la religión musulmana que prohibe las imágenes figurativas y partiendo de allí, los artistas se limitaron a producir las representaciones puramente decorativas hechas de líneas, de símbolos, de curvas o de elementos caligráficos.
En cualquier caso, los manuscritos iluminados de la Edad Media producidos en el mundo cristiano han testimoniado el talento de los artistas judíos que trabajaron entre 1100 y 1500. Estos manuscritos fueron probablemente herencia de una tradición muy antigua pero las huellas históricas de tal tradición que podrían remontarse hasta casi los primeros siglos de nuestra era, desaparecieron con la destrucción de veinte mil manuscritos judíos en un incendio que tuvo lugar entre los años 1240 y 1248.
Además de los manuscritos iluminados, los objetos rituales judíos comenzaron a ser elaborados a fines de la Edad Media como los janukiot de Jánuca, las placas de la Torá, las cajas de especias, las lámparas, los cubiletes y los candelabros. Estos objetos eran así capaces de demostrar que los judíos tenían un cierto gusto por el arte.
Las numerosas comunidades fueron también las que construyeron las sinagogas que fueron ricamente decoradas mientras que algunos de sus miembros encargaron manuscritos ilustrados para su propio uso personal. No existe de hecho un arte judío en un plano convencional en relación a otras corrientes artísticas marcadas por las influencias griegas, romanas, góticas, francesas, alemanas flamencas o italiana. Tampoco los artistas que produjeron en la Edad Media, los manuscritos iluminados judíos, fueron exclusivamente judíos.
En el mundo cristiano, el Renacimiento permitió la emergencia de nuevos ideales artísticos y de nuevos valores a nivel estilístico. Ciertos cambios sobrevenidos en los siglos XV y XVI influyeron así sobre el arte judío y condujeron a su transformación. Fuera de la Menorah, cuya existencia se remonta a los tiempos bíblicos, los otros objetos de ritual, como los rimmonim (adornos de los Rollos de Torá) las copas para el Kidush y los tejidos bordados fueron producidos por artesanos que rivalizaron en audacia artística. Algunos objetos fueron decorados con elementos figurativos como las imágenes de Abraham, de Moisés o de Arón. Luego, la religión del Libro fue rápidamente atraída por la invención y desarrollo de la imprenta durante los siglos XV y XVI. Numerosas obras fueron impresas y especialmente los libros conteniendo imágenes como los de la Meguila Esther, la Hagadah de Pesaj o los certificados de matrimonio. (Ketuba).
Los historiadores piensan sin embargo que el arte judío no pudo adquirir jamás una base estilística coherente en razón del contexto histórico y geográfico, un poco caótico, en el cual los judíos se hallaban establecidos.
Las diversas comunidades tuvieron que adaptarse a las diferentes situaciones según los lugares donde vivían y de hecho, en la Diáspora el arte dependía del desarrollo de las comunidades así como de la elección de las influencias que tomaron de las otras tradiciones.
En razón de las persecuciones que sufrieron y también de las condiciones de existencia tan precarias en las que vivieron, los miembros de las comunidades judías de Europa ni soñaron con poderse consagrar exclusivamente al harte al menos antes del siglo XIX. En el siglo precedente, no había más que un número limitado de artístas judíos en actividad, en Inglaterra y Alemania particularmente. Es necesario precisar que entre ellos había un buen número de conversos al cristianismo, como el alemán Marquard Treu quién fue el origen de una dinastía de pintores.
Con la Emancipación, el arte judío tomó otra dimensión. Las esferas sociales y culturales que habían estado por tan largo tiempo cerradas a los judíos se abrieron progresivamente y ahí fueron numerosos los que optaron por una identidad moderna separando su existencia ciudadana de la vida religiosa.
Durante un cierto tiempo, los artistas trataron sobre temas relacionados con sus comunidades pero con el paso de los años, fueron cada vez más numerosos los que los ignoraron. Se puede observar la obra de Chagall por una parte y la de Pissarro por la otra, que no pintó nunca un tema judío en su vida. Los pintores de origen judío que ejercieron su talento a fines del siglo XIX olvidaron la continuidad de las tradiciones del judaísmo y se dedicaron en sus obras a los temas universales o contemporáneos. Esto no significa que esto limitó el crecimiento de un arte judío, su actitud demostró que podían desempeñar un papel importante en el desarrollo o la creación del arte moderno, y nadie negará que su contribución fue excepcional.
A pesar de todo, el debate sobre el arte judío, continuará suscitando controversias en cuanto a demostrar si ha existido o no. La artesanía judía no provoca por su parte ningún debate en cuanto a su existencia mientras que algunas personalidades pusieron en duda la existencia de una arte judío, como Martin Buber o el crítico de arte Harold Rosenberg. Paradojalmente fueron los nazis los que durante los años 1930 se encargaron de fustigar la existencia de un arte específicamente judío calificándolo de «arte degenerado». Instituyeron un verdadero pogrom artístico a través de toda Alemania, destruyendo las obras de artistas judíos donde organizaban las exposiciones. Denunciando que este arte, que otros artistas no judíos también practicaban, representaba tendencias que como el cubismo o el expresionismo fueron juzgados también como subversivos por el Nuevo Orden europeo que el Tercer Reich pensaba hacer durar mil años.
Sin embargo, si se quiere hablar de un arte puramente nacional será siempre una definición incorrecta o errónea cuando se habla de arte, tanto de los judíos como de los que no lo son. El arte de carácter ashkénazi que se desarrolló a partir del Siglo XIX, como de otras escuelas extranjeras, debe reconocerse que tuvo sus verdaderos orígenes en París.
Fuente. L’ENCYCLOPEDIE DES PEINTRES ET SCULPTEURS JUIFS Par Adrian Darmon ©