PASADO Y PRESENTE DE LOS JUDÍOS DE POLONIA Y UCRANIA
UNA AMARGA PARADOJA
No es nada novedoso afirmar que el pasado y el presente, aunque algunos lo ignoren y otros traten de olvidarlo, se hallan profundamente entremezclados. Esto es visible y a menudo doloroso para la memoria judía en muchos lugares, en este caso, estamos hablando de Europa Oriental.
En el pasado mes de agosto, en un artículo de la Deusche Welle pudimos enterarnos del homenaje que se ha rendido en la ciudad de Lviv a las escasas ruinas que han quedado de lo que fue un centro de vida y cultura religiosas de la importante comunidad judía que ha vivido por muchos siglos en la ciudad. Esta se halla situada a pocos kilómetros de la frontera con Polonia, en otros tiempos se llamaba Lvov, y había formado parte del Reino de la Gran Polonia. El texto afirma que “Es una de las paradojas de Ucrania que a menudo algunos de los acontecimientos más terribles de la historia del siglo XX se conmemoraban en el más idílico de los lugares”
La ceremonia tuvo lugar en una plaza que fue el corazón espiritual de la comunidad por cientos de años– donde se hallaban dos de las mayores sinagogas de la ciudad, una de ellas había sido la muy importante Sinagoga Rosa de Oro y el Bet Hamidrash, una “Casa de Estudios”. Durante años, el sitio era un espacio lleno de yuyos y desperdicios, ahí, donde desde el Siglo XVI estuvo la Sinagoga Rosa de Oro y en una de las paredes que ha quedado en pie, se podían ver las huellas dejadas por el Arón Ha–Kodesh (Arca de la Torá. El gobierno ucraniano ha erigido allí un complejo conmemorativo, llamado “El espacio de sinagogas” para tratar de reparar de alguna manera la magnitud de la pérdida sufrida por los judíos.
Cuando la ciudad estaba en territorio polaco se llamaba Lvov, los alemanes la llamaban Lemberg y los judíos en idish también. Estos vivían allí desde mediados del Siglo XIII, algunos de sus primitivos pobladores eran sefaradíes, mayoritariamente mercaderes, que luego se fueron mezclando con los ashkenazim.
Lvov estaba situada en la ruta del comercio medieval de Oriente y Occidente y los judíos desempeñaron un papel importante en el comercio, las finanzas y las artes.
A mediados del siglo XV, obtuvieron el derecho a vender vino, un negocio que permaneció mucho tiempo en sus manos. En 1550, había 352 residentes judíos dentro de la ciudad y 559 en el suburbio. La sinagoga Rosa de Oro fue construida en 1582, también la llamaban urei Zahav. Fue uno de los más espectaculares monumentos arquitectónicos de fines del siglo XVI de la ciudad, fue construida inicialmente como una sinagoga privada por Yitzhak Nachmanovych. Él era una persona muy importante de la kehilá de Lvov y uno de los residentes más ricos de la ciudad. Encargó a Pavlo Shchaslyvyi, uno de los arquitectos más famosos de la ciudad, el diseño de la estructura.
La comunidad también tenía una población caraíta, que construyó su propia sinagoga en 1582. En 1772, con la primera partición de Polonia, Lemberg quedó bajo dominio austríaco y se convirtió en el centro administrativo de la Galizia. La vida judía fue regulada por el Reglamento Judío de la Emperatriz Maria Theresa (1776) y luego por elEdicto de Tolerancia del Emperador José II (1789).
Después de 1867, Lemberg obtuvo su autonomía y gradualmente se convirtió en una ciudad polaca. Muchos de los judíos más pobres emigraron hacia Europa Occidental o hacia América. En noviembre de 1918, cuando terminó la guerra, después de que los polacos reconquistaron la ciudad, fueron perpetrados terribles ataques en los barrios judíos, era supuestamente, el castigo por respaldar, según ellos, a Ucrania. Fueron asesinados casi 100 judíos. En ese año Galizia pasó a formar parte del recién constituido Estado polaco,Lvóv se transformó en uno de los centros judíos más importantes del país. En 1939, los judíos constituían el 33 por ciento de la población pero en septiembre de 1939, con la división y apropiación de Polonia por parte de la Alemania nazi y la Unión Soviética, Lvov se convirtió en Liviv y pasó a formar parte del territorio ucraniano, en la Unión Soviética.
Antes de la guerra, los judíos representaban alrededor de un tercio de la población, unas 220.000 personas. La Shoá terminó con esta comunidad de la cual solo han sobrevivido 800 personas. La mayoría predominante de los judíos de la antigua Lvov fueron asesinados en pogromos, campos de concentración u obligados a trabajar hasta la muerte como mano de obra esclava. En las zonas fronterizas de la Unión Soviética, más de 1 millón de judíos fueron asesinados, en su mayoría por ametralladoras, fue lo que se ha llamado el «Holocausto de las balas”.
La destrucción humana fue reflejada por la destrucción física de hitos culturales judíos, como las sinagogas. Los Nazis destruyeron no menos 42 sinagogas en la ciudad, como la Rosa de Oro. Siglos de la vida judía en la ciudad fueron borrados durante los tres años de ocupación alemana. Lo que quedó terminó siendo asfaltado o arado por los soviéticos durante los años de posguerra. Los cementerios judíos históricos son actualmente el subsuelo de mercados y nuevos residentes viven en barrios que antiguamente habían sido totalmente judíos.
El artículo de la Deusche Welle, menciona una paradoja, pero nosotros tenemos que señalar que existe otra, mucho más dolorosa y cruel. Es la que representa en la vida de Ucrania, la antigua Unión Soviética y la actual Rusia, la figura de Bogdan Khmelnytsky, considerado por ucranianos y rusos como un verdadero héroe nacional. Especialmente ahora, cuando Rusia quiere apoderarse de Ucrania y Khmelnytzky es el símbolo de unidad de ambos Estados.
En cambio para los judíos, el jefe de la banda de Cosacos, representa a uno de los peores asesinos que recuerda el judaísmo en épocas anteriores a la Shoá.
Entre 1648-1656, Khmelnytsky que se rebeló contra el poder de la nobleza polaca en Ucrania, la atravesó con su banda de cosacos, penetrando en territorio polaco, dejando una terrible estela de muerte a su paso, asolando a la población polaca pero asesinando en especial a decenas de miles de judíos. Hay atroces historias de las víctimas de las masacres perpetradas por esas bestias humanas, de terribles violaciones, de los asesinatos de niños y personas, de víctimas enterradas vivas, cortadas a pedazos u obligándolas a matarse unos a otros. Los hombres en mejores condiciones físicas fueron llevados a Estambul donde fueron vendidos como esclavos.
La intención entre otras cosas era erradicar a los judíos de Ucrania. La rebelión de Khmelnytsky es considerada por los judíos como uno de los hechos más violentos y terribles de su historia.
La mayor parte de mi familia, paterna y materna, con excepción de mi abuelo materno, provenían de Yekaterinoslav Gubernia del Imperio Ruso, habían escapado de un terrible pogromo que se desató posteriormente a su partida, en 1905. Gran parte de las historias de esa época las recuerdo por los relatos de mi abuela, pero ella me hablaba siempre del perverso julegan de Jmelnitzky. Siempre pensé que lo vio pasar.
Cuando entré a la Universidad para cursar la carrera de historia me enteré que esos acontecimientos habían tenido lugar en el Siglo XVII, y comprendí como la memoria popular judía había conservado su recuerdo. Y era de eso que me hablaba mi Babe.
Si ese es el héroe nacional de ucranianos y rusos, no debe haber mucho lugar para los judíos.
Durante la Segunda Guerra Mundial, en la Unión Soviética se hicieron condecoraciones con la imagen del jefe cosaco, como hubo héroes de guerra judíos me pregunto si alguno de ellos recibió una condecoración como esa. En Moscú un hermoso puente lleva su nombre, imponentes estatuas y bustos le rinden homenaje, nada menos que en el centro de Kiev y también hay una universidad que se llama como él, la Universidad Nacional de Bohdan Khmelnytsky Cherkasy, hay aeropuertos que lo recuerdan, billetes, estampillas y objetos de la vida cotidiana de la gente están adornados con su nombre y su imagen.
Esto es mucho más que una paradoja. Explica porque la relaciones con los judíos en estos lugares están mucho más relacionados con intereses políticos coyunturales , que con la sincera intención de aceptarlos y erradicar ese terrible antisemitismo que ha sido el signo distintivo de esas sociedades.
POR ALICIA BENMERGUI