Antisemitismo en la Argentina
ANTISEMITISMO EN ARGENTINA
(Artículo publicado en el libro Nueva Sion- Periodismo Crítico- De lo comunitario a lo nacional 1948-2003.-Los Últimos 5 años) (enero 2004)
Reflexionar sobre algunos lugares comunes acerca de la Argentina y los judíos.
Las reflexiones sobre el antisemitismo en la Argentina son un tópico permanente y recurrente dentro del ámbito judaico local e internacional. La afirmación de que la Argentina es un país extremadamente antisemita, es de un uso casi habitual y cotidiano, así como las dificultades que los judíos argentinos han padecido y padecen por esta cuestión.
A todo esto se suman el dramatismo y el horror generado por los atentados a la Embajada de Israel y la AMIA, y los testimonios del ensañamiento en las torturas infligidas a los prisioneros judíos durante la última dictadura militar, con lo que tenemos una visión mucho más compleja de este problema.
Nuestro objetivo ha sido reunir la mayor información existente sobre esta cuestión, especialmente la proporcionada por historiadores, investigadores del ámbito académico e investigaciones periodísticas, para poder comprender las múltiples facetas que presenta esta conflictiva relación, en apariencia, entre el judaísmo y la sociedad argentina. Dentro de esa historia de discriminación que representa el antisemitismo, es importante tener en cuenta la importante representatividad judía en, prácticamente, todos los ámbitos y esferas de la vida pública. La condición judía no parece constituir un impedimento para acceder a esos espacios; los judíos intervienen en diferentes lugares, donde todos saben que lo son y eso no genera rechazo o exclusión. El grado de participación de la población judeo argentina expresa, de ese modo, una fuerte integración e identificación con el país; prueba de ello es que el empeoramiento de las condiciones de vida existentes en la actualidad para la población en general, y de la seguridad para la instituciones judías en particular, desde los atentados sufridos por la Embajada y la AMIA, no han provocado una migración masiva de la comunidad hacia el extranjero.
Este informe está basado en las dudas e interrogantes que nos generan el planteamiento de todas estas cuestiones y puede decirse que, en el intento de hallar algunas respuestas, hemos encontrado textos e investigaciones que nos permitieron otra visión de este asunto.
En una recapitulación sobre las políticas de Estado mantenidas con la comunidad judía no observamos conductas de discriminación y rechazo hacia los ciudadanos judíos como tales, en todo caso, eso ha sucedido en algunos períodos y en algunos sectores de la función pública, tales como en la Fuerzas Armadas y por las conductas y actitudes de funcionarios en cargos de mayor o menor importancia según los casos.
Con este trabajo no pretendemos agotar un tema tan vasto, complejo y extenso -como lo es el de la historia del antisemitismo en nuestro país-. No hemos incluido toda la información existente dada las limitaciones que se presentan en la elaboración de un informe de este tipo; pero creemos que es importante la continuidad y profundización del tratamiento de esta cuestión, para lograr un mayor conocimiento sobre ella, despojado de los prejuicios y maniqueísmos habituales cuando nos ocupamos de estas cosas.
Respecto a los atentados sufridos por nuestra comunidad – que consideramos han sido actos perpetrados por sectores antisemitas relacionados con terroristas extranjeros- fueron posibles porque en la Argentina existió una dictadura militar que ejerció el Terrorismo de Estado, con la desaparición y asesinato de miles de personas. La impunidad que les fue concedida a quienes asesinaron, torturaron, violaron y robaron, determinó una total ausencia de justicia y una completa impunidad que fue aprovechada por aquellos para continuar cometiendo toda clase de tropelías que aún no han sido explicadas ni juzgadas. La explosión de Río Tercero, el tráfico de armas, asesinatos de periodistas, y miles de hechos, han sido posibles porque no existió el imperio de la Ley.
Existe un viejo aserto que dice que cuando las cosas van mal, a los judíos les va peor, en este caso se ha cumplido. Si en la Argentina hubo protección para todos los asesinos y delincuentes, era esperable que los perseguidos y castigados fueran los inocentes. Lo que sucedió con todos los gravísimos hechos que tuvieron lugar durante la presidencia de Menem, por la impunidad de que aún gozan y disfrutan todos sus responsables y actores, fue la destrucción de la Argentina, con la silenciosa aquiescencia de la población ante lo que estaba sucediendo Creemos que el tema de la Embajada y la AMIA sólo serán resueltos cuando, desde el Gobierno, se demuestre que existe la firme decisión de que la Ley sea aplicada y que el Estado de derecho funcione en plenitud. Hasta tanto, observaremos con escepticismo todos los emparchamientos y sucedáneos que quieran hacerse pasar por administración de Justicia.
En esta historia que intentaremos analizar, veremos que el antisemitismo -en sus manifestaciones más cruentas- fue, siempre, el síntoma de los problemas que aquejan al país.
*La Historia de la Conquista o los lejanos inicios del racismo y la discriminación.
Generalmente, cuando se intenta algún tipo de explicación sobre los orígenes del antisemitismo en la Argentina, se remite a la herencia de la Conquista y la colonización por parte de la corona española. La Conquista fue realizada bajo el signo de la espada y la cruz. En el siglo XVI, la Corona española hizo suya la defensa del catolicismo en un momento de la historia europea donde la catolicidad comenzaba a ser cuestionada por el surgimiento del protestantismo. Para llegar a América, e instalarse en ella, había que estar provisto de un certificado de pureza de sangre que atestiguase la ausencia de antepasados moros y judíos.
Este hecho era muy difícil de demostrar para la mayoría de los recién llegados, por lo que gran parte de esos certificados se obtenían mediante un pago. Parece ser que gran número de los portugueses que circularon por esta región eran de origen converso o criptojudíos, por lo que muy rápidamente se estableció un Tribunal Inquisitorial en Lima, muy temido por la población, para impedir la presencia de estos conversos sospechosos de judaizantes.
Cuando Buenos Aires era, todavía, una pequeña aldea colonial, algunos de los primeros maestros de la ciudad eran de origen portugués. En 1605, uno de ellos fue rápidamente desplazado, pero en 1613, llegó otro portugués, Juan Cardoso Pardo, que al año siguiente protagonizó un incidente que conmovió a la ciudad: el Cabildo ordenó su detención porque no se lo halló suficientemente provisto de fe cristiana, al comprobar que no sabía el Credo fue suspendido en su puesto, despedido y entregado al Tribunal de la Santa Inquisición de Lima ya que, como probaron las investigaciones: “Siendo maestro de niños no les enseñaba el Credo, habiéndosele ordenado expresamente que lo rezase todos los días, no lo hacía, sino que lo ignoraba…”.
Otro apunte interesante es el que da cuenta de reglamentos de la fundación del Real Colegio de San Carlos de 1772 (El Colegio Nacional Buenos Aires), entre otras cosas estipularon rigurosamente que los alumnos debían ser “de la primera clase, hijos legítimos que sepan leer y escribir suficientemente cristianos viejos, limpios de toda mácula y raza de Moros y Judíos”
*Ideología de la Revolución de Mayo o los “herejes” del Río de la Plata.
A pesar de que el catolicismo fue la religión dominante en el Río de la Plata, no siempre las relaciones de la religión y la política fueron todo lo armoniosas que nos contaron en el relato escolar. En la historia de las luchas por la independencia, algunos de sus protagonistas no evidenciaban mucha devoción religiosa. La expedición de Castelli al Alto Perú, entre 1810 y 1811, en busca de apoyo para la Revolución de Mayo fue un fracaso, entre otros motivos porque muchas de sus manifestaciones fueron consideradas heréticas por la iglesia, lo que generó el rechazo de la población norteñas hacia la Revolución de Mayo.
La lectura de las Memorias Póstumas del General José María Paz sorprende por algunas de sus manifestaciones condenatorias acerca de la educación católica, de las instituciones religiosas y la conducta de varios de sus integrantes. Relató que el Ejército del Norte, proveniente de Buenos Aires, fue recibido con renuencia por los pobladores de las provincias del Norte, aleccionados e instigados por los curas, porque los consideraban un grupo de peligrosos herejes. Paz insinuó en su libro que Belgrano declaró a la Virgen de la Merced como Patrona del Ejército, no por su vocación religiosa, sino para ganarse la buena voluntad de la población. Parece ser que San Martín tuvo que proceder del mismo modo con el Ejército de Los Andes para lograr las simpatías de la población mendocina.
En 1825 se había promulgado una ley de tolerancia de cultos no católicos, en la Buenos Aires de la época, para sectores de la opinión pública muy adictos a las ideas liberales -consideradas muy radicalizadas en esos tiempos-. Por su parte, Facundo Quiroga en la guerras montoneras, utilizaba la emblemática frase “Religión o Muerte” en su bandera. Toda una definición de los tiempos que corrían…
*La dura lucha entre el liberalismo anticlerical y el conservadorismo católico.
Para fines de 1875 había, en Buenos Aires, una colectividad italiana bastante grande que editaba un periódico en esa lengua, simpatizaban políticamente con Alsina y eran furibundamente anticlericales, especialmente contra el renacido poder e influencia de los jesuitas en el país. En una sorprendente actitud para el lugar y la época atacaron, un día de enero, al Colegio del Salvador, provocando la muerte de monjes y grandes daños al convento, indignados por la devolución de la Iglesia de San Ignacio a la Orden.
En 1880, con la creación de la Argentina moderna, hubo una abierta lucha de creencias e intereses entre los liberales de la época y los sectores católicos. Aquellos lograron imponer, en 1884, la Ley 1420 de “enseñanza laica, gratuita y obligatoria”. De este modo afirmaron el laicismo del Estado, decretando el fin de la obligatoriedad de la enseñanza del catolicismo en las escuelas, pero sin excluirlo de ellas. La ley de matrimonio civil, aprobado en el Congreso en 1888, fue una derrota más para la Iglesia católica por cuanto ambas leyes representaban -finalmente- la separación de las esferas civil y religiosa, de las leyes del Estado y de las canónicas.
Antiguos liberales abandonaron sus afinidades políticas para ponerse al servicio de la causa de la Iglesia y el catolicismo, declarándole la guerra a las leyes laicas para tratar de lograr que las instituciones del Estado continuaran dentro de la única legitimidad posible para ellos: la religión católica.
Esta lucha ideológica, librada entre liberales y conservadores, no significaba que estuvieran enfrentados en todos los campos, de hecho los liberales necesitaban del control y disciplina de los sectores populares proporcionados por la Iglesia, tampoco podría pensarse que los liberales simpatizasen más que los conservadores con la inmigración judía que se hallaba recién en sus comienzos.
*La Argentina y la inmigración o la leyenda del “crisol de razas”
Desde 1880, en la Argentina, según palabras de Luis Alberto Romero, “se configuró un nuevo escenario institucional” en la era imperialista europea, donde la Argentina consolidó la asociación con Gran Bretaña con la expansión de la agricultura y la ganadería, y el tendido de los ferrocarriles. Todo esto requería una abundante fuerza de trabajo, lo que promovió el estímulo de la inmigración. En 1869 la Argentina tenía 1.800.000 habitantes, para 1914 la población se había duplicado. El crecimiento económico fue espectacular, la burguesía argentina copió el estilo de la nobleza y aristocracia europeas, construyó fastuosas mansiones, coleccionó objetos de arte llevando una vida de lujo y boato.
Sarmiento la había calificado de “aristocracia con olor a bosta” por el origen ganadero de su riqueza, pero se había convertido en el modelo de ascenso social anhelado por los sectores medios en crecimiento. Parte de esas cuantiosas fortunas se habían construido sobre el trabajo mal pagado de los recién llegados y sus hijos. Una ola creciente de conflictos y violencia se instaló en la sociedad, los reclamos sociales fueron encabezados por anarquistas y socialistas de distintas denominaciones. La respuesta no se hizo esperar. El Estado, en 1902, estableció la Ley de Residencia propuesta por Miguel Cané, el escritor de la obligada Juvenilia, para la expulsión de extranjeros, que fue completada con la Ley de Defensa Social, promulgada en 1810.
Un temor y rechazo cada vez más intenso hacia los inmigrantes se apoderó de la elite dominante, de quienes imaginaba se proponían invadir y tomar los privilegiados espacios de los cuales se sentía única y legítima dueña. Esa multitud cosmopolita y heterogénea era visualizada como una masa amorfa, brutal y peligrosa, a la que siempre se le atribuía ser el origen de todos los conflictos sociales y políticos. La burguesía se sentía avasallada en los viejos hábitos paternalistas que había mantenido con los sumisos sectores populares, que ahora reclamaban y exigían mejores condiciones laborales influidas por la militancia política llegada allende los mares. Un fuerte sentimiento racista, xenófobo y antisemita crecía dentro de la elite dominante, no importa cuán liberales fueran sus simpatías políticas, al mismo tiempo que aumentaba la conflictividad social.
*Inmigrantes: el miedo y el desprecio
El socialismo aparecía a los ojos de los buenos católicos y los avanzados liberales como un engendro diabólico producto de un conspiración judía urdida desde la masonería, o del proyecto contenido en el texto de los Protocolos de los Sabios de Sión.
El catolicismo, ante estos hechos, aprovechaba para descargar toda su indignación sobre los judíos y lo que representaban -a sus ojos- la alianza con los socialistas y con los banqueros en su propósito de apoderarse del mundo. No encontraban ninguna contradicción en esa proposición. Esa virulenta asociación entre judaísmo, socialismo y banqueros, estimuló actos antisemitas y hostiles por parte de funcionarios públicos. El clericalismo se dedicó en una intensa campaña de propaganda al difundir el concepto de que los judíos se proponían apoderarse del mundo, y en la Argentina planeaban hacerlo a través de las grandes empresas y capitales financieros, apoyándose en la inmigración y la colonización de la provincia de Entre Ríos.
También la afiliación sindical, según la iglesia, respondía al mismo objetivo y la insistencia en que socialismo y judaísmo eran la misma cosa, era el tópico difundido por el antisemitismo mundial a través de los Protocolos de los Sabios de Sión.
Las objeciones y la repulsa hacia los inmigrantes se evidenciarían en diversos escritos, Sarmiento expresó su rechazo por una nueva población tan heterogénea, aferrada a su idioma y cultura de origen, también Ricardo Rojas expresó ideas similares. Se desplegó todo un ideario criollista, lleno de valores míticos atribuidos a la población mestiza tales como el desinterés, generosidad, altruismo etc. encarnados -muy particularmente- en la figura arquetípica del gaucho al que, en realidad, esa misma clase había ayudado a eliminar con la papeleta de conchabo, por vago y mal entretenido. Se idealizó la grandeza del pasado hispánico y católico, portador de valores ancestrales, tales como la nobleza y el desprendimiento propios de una hidalguía innata.
Era necesario “argentinizar” a esa masa desprovista de escrúpulos, llena de codicia y ambición. No se ahorraban calificativos peyorativos para aquellos que llegaron a la Argentina llenos de esperanzas, escapando de la miseria, la guerra y las persecuciones. También hubo objeciones a la calidad biológica de estos nuevos argentinos; con falsos argumentos científicos se pretextó la inferioridad genética para justificar el rechazo a los judíos. Surgió un pensamiento nacionalista que se expresó desde vertientes opuestas, desde el liberalismo y desde el nacionalismo católico, en ambos pueden advertirse resabios antisemitas, en algunos más fuertes que otros, cuando se produjeron atentados y agresiones contra la población judía residente en Buenos Aires nadie se sorprendió.
*La construcción de la Argentina católica
En ese tiempo se realizó una alianza de intereses entre la Iglesia y el liberalismo, pues el catolicismo será una de las expresiones más importantes de definición de la argentinidad. Por esos días comenzó a difundirse el rumor de que los colonos judíos que se estaban estableciendo en la provincia de Entre Ríos, lo hacían con el propósito fundar en la región un Estado sionista.
De hecho, el Vaticano había demostrado su fuerte repulsa ante la reunión del Primer Congreso Sionista en Basilea en 1897, expresaba un fuerte antagonismo a la posibilidad de la creación de un Estado judío.
La Iglesia católica, en el orden mundial, hasta finales del siglo XIX había demostrado una falta de reflejos sorprendente al enfrentarse con el liberalismo y el socialismo, atrincherándose en posiciones reaccionarias y conservadoras, sin comprender que debía adecuarse a los nuevos tiempos y los cambios sociales producidos. La encíclica Rerum Novarum promulgada por León XIII salió con otro tipo de respuestas a las necesidades y reclamos de los sectores populares. Esos signos de renovación llegaron a la Argentina donde liberales, socialistas y anarquistas, parecían haber logrado avanzar sobre la fe católica de la población. En Buenos Aires la Iglesia salió a competir con socialistas y anarquistas, por la misma clientela barrial, construyendo iglesias y creando actividades parroquiales para captar al vecindario.
*Europa: el surgimiento de “nuevo” viejo antisemitismo.
El imperialismo que se expande en Europa entre 1885 y 1914 se muestra, entre otras cosas, como una forma extrema del pensamiento nacionalista. Ese nacionalismo, casi mítico, con argumentos antisemitas y racistas, ejerció una fuerte atracción emocional en la población. En general, el antisemitismo empezó a extenderse por toda Europa desde mediados de 1880. El historiador Mommsen manifiesta que “Junto al postulado tradicional que reclamaba la asimilación de los judíos en las diversas naciones y la renuncia a sus peculiaridades religiosas y culturales… aparecieron voces que pedían la exclusión radical de los judíos de toda manifestación de la vida nacional, e incluso llegaron a formular oscuras amenazas de un posible exterminio, si aquellos no se decidían a emigrar voluntariamente”.
Maurice Barrés fue en Francia el mentor ideológico del mensaje del nuevo nacionalismo “integral” al que se unió el componente antisemita difundido en el libro de Edouard Drumond “La France Juive” (1886), cuya difusión y éxito editorial alcanzaron su momento más espectacular durante el Caso Dreyfus. El juicio donde un oficial judío, el capitán Dreyfus, fue acusado y condenado a prisión por una falsa acusación de espionaje a favor de Alemania generó un antes y un después en la historia política europea e internacional. El debate y la lucha enconada que entre distintos bandos se libró para defender o atacar a Dreyfus, evidenció la existencia de un antisemitismo que suscitó en Teodoro Herzl el sentimiento favorable a la creación de un Estado judío (ante tan grandes demostraciones de odio).
La virulencia de las cuestiones puestas en juego determinó una gran difusión internacional del caso, por la fuerte posición del papado favorable a la teoría de la culpabilidad de Dreyfus, aún cuando todas las evidencias demostraban lo contrario. En 1880, se había fundado un órgano de prensa oficioso de la Santa Sede, la Civiltá Católica, León XIII era el Papa reformador que dirigía la Iglesia Católica en ese momento. Desde sus inicios había comenzado una campaña apoyando los actos violentos cometidos contra los judíos. El historiador francés León Poliakov sostiene que furibundas agresiones antijudías fueron difundidas desde sus páginas sistemáticamente, desde fines del siglo XIX y esporádicamente hasta mediados del XX, recurriendo como tópico frecuente el tema de la acusación de crimen ritual.
La historia de los judíos de Rusia y Polonia está marcada por numerosos y cruentos ataques y períodos más o menos pacíficos, pero el punto de inflexión -o de no retorno- para cientos de miles judíos de la región, fue el determinado por las consecuencias del asesinato del Zar Alejandro II. En marzo de 1881 las acusaciones recayeron sobre los judíos, por lo que se desencadenaron, sobre ellos, todo tipo de medidas represivas y discriminatorias como las leyes de residencia, desplazamientos y deportaciones masivas de la población, pogroms cuyos ataques provocaron asesinatos, humillaciones, vejaciones y destrucción de bienes, que hicieron de la inmigración la única salida viable para tanto sufrimiento. En Rusia, un funcionario de los zares, Pedro Rachkvosky, escribió un texto acerca de un complot judío para apoderarse del mundo en una conspiración que incluía a judíos de izquierda, capitalistas, judíos en general y en particular que acechaban en una conspiración para lograr la dominación, explotación y venganza sobre el mundo cristiano. Se habían escrito “Los Protocolos de los Sabios de Sión”, el que tanto odio antijudío provocó y provoca con los millones de ejemplares que se continúan editando y difundiendo. En 1905, luego de la Revolución, el Zar Nicolás II aprobó un proyecto de acción común internacional contra los judíos, la difusión de los Protocolos fue uno de los medios publicitarios antisemitas más efectivos.
*La Argentina, los colonos del Barón Hirsch y los antecedentes del antisemitismo.
Los judíos huyeron de Europa Oriental como pudieron, la mayoría de ellos partieron hacia Estados Unidos, algunos hacia Palestina y muchos rumbo a la Argentina para comenzar una nueva vida. La población que había partido era tan variopinta como lo había sido siempre, judíos ortodoxos, tradicionalistas, sionistas, socialistas, bundistas, anarquistas. Cuando llegaron al puerto de Buenos Aires lo hicieron en respuesta a la invitación que, específicamente, había sido formulada a los judíos rusos por José María Bustos, el 6 de agosto de 1881 por el decreto promulgado por el Presidente Julio Argentino Roca.
El diario “La Nación”, el 26 de agosto de 1881, publicó un extenso artículo: “Inmigración israelita”, donde entre otras cosas se decía que “… Poblar no es aumentar el número de los habitantes de un país, sino constituir una raza coherente que se vincule al suelo, son sus instintos, sus tendencias y sus aspiraciones, destinada a llenar una misión en el trabajo humano bajo la disciplina de una nacionalidad… Si la inmigración artificial de cualquiera raza es un mal, porque es el desconocimiento de las leyes naturales que rigen las tendencias del hombre y de los hechos producidos que desacreditan ese sistema, como medio aplicable de población, no puede menos que serlo también la de una raza explicándose, así, la causa de sus persecuciones actuales, aunque por otra parte sea industriosa e inteligente, y contribuya en este sentido a los progresos de la civilización y al bienestar de la humanidad. Poblemos, agregando al núcleo nacional elementos coherentes, y no elementos heterogéneos que ni se asimilan a él y pueden, más bien, producir su descomposición o su enervamiento…”.
Toda una declaración sobre los judíos del diario de los Mitre. . .
Los colonos no fueron los primeros judíos en llegar a estas tierras. Una inmigración sefardí había llegado con bastante anterioridad, paulatinamente se habían establecido en el país, también eran judíos algunos funcionarios de empresas extranjeras establecidas en la Argentina.
En 1890, se desencadenó una grave crisis como consecuencia de una fiebre especulativa financiera nacional, relacionada con un problema bancario internacional. Este hecho provocó la quiebra de la Bolsa y del sistema financiero. En el año 1891 el diario “La Nación” publicó la novela por entregas “La Bolsa” escrita por Julian Martel, en donde acusaba a los judíos de ser los promotores y beneficiarios del crack de la Bolsa. Era demasiado escasa la importancia y la presencia judía para haber hecho tal maniobra. Esta era una manifestación de un antisemitismo sin judíos, pero provocado por la influencia y gran difusión del libro “La France Juive” de Edouard Drummond.
*Repercusiones del Caso Dreyfus en la Argentina
Cuando estalló el caso Dreyfus en Francia, los ecos de los debates que provocó tuvieron gran resonancia en la opinión pública argentina debido a la importancia que la cultura francesa tenía para esta sociedad. Las posiciones, como en todas partes, de dividieron a favor o en contra de Dreyfus. El debate mostró al diario “La voz de la Iglesia” en una posición abiertamente antisemita y totalmente favorable a la acusación de espionaje que pesó sobre el acusado en los inicios del caso. A medida que avanzó el juicio le fue imposible continuar sosteniendo la acusación, tuvo que moderar su posición antijudaica por indicación de la Santa Sede. “La Nación”, expresión del liberalismo argentino, tomó partido por la argumentación de Zola como defensor, más que por el acusado mismo.
“La Prensa” observó una posición de mayor neutralidad. Cuando se abrió un nuevo juicio, el periodismo argentino mayoritariamente le dedicó un gran espacio. Los anarquistas se alinearon detrás del acusado, con una fuerte intervención, en tanto que los socialistas tuvieron una actuación menos comprometida, también el liberalismo se manifestó a favor de Dreyfus. En las grandes ciudades del mundo, las comunidades judías tuvieron una participación relevante respecto al juicio, en tanto que aquí, el historiador Lvovich anota: “… en el caso argentino, con un población israelita poco numerosa y asentada sobre todo en áreas rurales, su incidencia fue imperceptible”, sin embargo tuvo mucha importancia dentro de la opinión pública nacional: ”En Buenos Aires, dada la difusión que tuvo este asunto, excedió en mucho a las élites políticas o intelectuales…” .
Una falsa noticia tuvo mucha difusión en Buenos Aires acusando a los jesuitas de ser los responsables del atentado sufrido por Emile Zola, lo que generó gran indignación dentro del anticlericalismo y el liberalismo. Muchos liberales antisemitas se colocaron a favor de Dreyfus, conscientes de que si no se imponía la justicia peligraría todo el sistema.
*Celebración del Centenario: Buenos Aires, la París de Sudamérica
Al comenzar el siglo XX, y ante la cercanía de los festejos del Centenario, la Argentina necesitaba mostrar al mundo los éxitos de su modelo agroexportador y la prosperidad y los adelantos de una ciudad crecida vertiginosamente al calor del progreso. El nacionalismo determinó la necesidad de aglutinar a una población heterogénea dentro del modelo configurado por la “argentinidad”. Ese nacionalismo encerraba, dentro sí, dos posiciones: una que puso mayor énfasis en los rasgos culturales (cuyo representante más importante fue Ricardo Rojas) y la otra que definió la argentinidad como heredera del hispanismo profundamente católico, conservador y reaccionario; aspiraba a la conservación de los valores patriarcales anteriores al surgimiento de la Argentina moderna.
Manuel Gálvez fue la expresión de estas características, y aunque nunca aceptó ser el representante del antisemitismo más reaccionario, de hecho lo fue, ejerciendo una fuerte influencia en el pensamiento de su época con la profusa difusión de su obra literaria.
Las celebraciones del Centenario se avecinaban en un clima de enfrentamientos y conflictos sociales que estallaron y derivaron en una fuerte represión por parte del Estado. El 1º de Mayo de 1910, el coronel Ramón Falcón, al frente de la Policía, reprimió ferozmente una manifestación anarquista, masacrando a sus adherentes. En el sumario levantado por la Policía se afirmaba que había escritos “en lengua hebrea que encierran una propaganda violentísima agregando la información de que ‘al herido Jacobo Besnicoff, ruso de 22 años, no se le pudo tomar declaración porque no sabe castellano’…”. Un joven obrero anarquista y judío de 17 años, Simón Radowitsky, en venganza por los asesinatos del Día del Trabajo arrojó una bomba al carruaje donde viajaba Falcón, matándolo.
En sus exequias se le rindieron honores de héroe y mártir de la patria, el cortejo estuvo integrado, entre otros, por los alumnos del Salvador, que portaban carabinas que inclinaron al paso del ataúd. Su tumba en la Recoleta es uno de los más imponentes monumentos en un lugar que los tiene en abundancia.
La venganza no tardó en hacerse sentir, se levantó una fuerte ola antisemita, el 15 de mayo de 1910, los jóvenes representantes de la clase alta, integrantes de un selecto club, la Sociedad Sportiva Argentina, perpetraron el primer ataque en la Argentina contra judíos, se dirigieron al barrio de Once y en Lavalle y Andes (J.E. Uriburu) saquearon un negocio y violaron a las mujeres. Al mismo tiempo, los preparativos del festejo del Centenario de la Revolución de Mayo eran extremadamente fastuosos.
La celebración de este acontecimiento mostró una ciudad hermosa y moderna, a la par de las más bellas ciudades del mundo, la París de Sudamérica. La Argentina se mostraba ante la humanidad con sus mejores galas. Era la prueba del éxito del “crisol de razas” de una sociedad nueva y opulenta, una Tierra de Promisión, donde era posible el sueño de la igualdad de oportunidades para todos. Un viajero francés, Jules Huret, contó que “al celebrarse el primer Centenario de la Revolución de Mayo, asombró al mundo con su hermosura, su pujanza y su riqueza… Es la visión de París, de Londres, de Barcelona, de Madrid… ciudad llena de vida, loca de optimismo… El crecer en Buenos Aires se ve; su transformación es continua…”
En sus exequias se le rindieron honores de héroe y mártir de la patria, el cortejo estuvo integrado, entre otros, por los alumnos del Salvador, que portaban carabinas que inclinaron al paso del ataúd. Su tumba en la Recoleta es uno de los más imponentes monumentos en un lugar que los tiene en abundancia.
La venganza no tardó en hacerse sentir, se levantó una fuerte ola antisemita, el 15 de mayo de 1910, los jóvenes representantes de la clase alta, integrantes de un selecto club, la Sociedad Sportiva Argentina, perpetraron el primer ataque en la Argentina contra judíos, se dirigieron al barrio de Once y en Lavalle y Andes (J.E. Uriburu) saquearon un negocio y violaron a las mujeres. Al mismo tiempo, los preparativos del festejo del Centenario de la Revolución de Mayo eran extremadamente fastuosos.
La celebración de este acontecimiento mostró una ciudad hermosa y moderna, a la par de las más bellas ciudades del mundo, la París de Sudamérica. La Argentina se mostraba ante la humanidad con sus mejores galas. Era la prueba del éxito del “crisol de razas” de una sociedad nueva y opulenta, una Tierra de Promisión, donde era posible el sueño de la igualdad de oportunidades para todos. Un viajero francés, Jules Huret, contó que “al celebrarse el primer Centenario de la Revolución de Mayo, asombró al mundo con su hermosura, su pujanza y su riqueza… Es la visión de París, de Londres, de Barcelona, de Madrid… ciudad llena de vida, loca de optimismo… El crecer en Buenos Aires se ve; su transformación es continua…”
*El otro rostro de la París de Sudamérica: La Semana Trágica
Para 1918, finalizada la Gran Guerrra aumentaron las exportaciones de alimentos produciendo una gran prosperidad para productores y exportadores, pero también en grandes alzas de precios para la población, especialmente para los sectores obreros que, a pesar del alto nivel de empleo logrado con la expansión de la actividad industrial y exportadora, habían sufrido una importante caída de los salarios durante la guerra europea. En diciembre comenzó una huelga en los Talleres Vasena, una gran empresa metalúrgica ubicada en Nueva Pompeya; los trabajadores exigían la reducción de la jornada laboral de 12 a 8 horas, descanso dominical y la recomposición salarial que había bajado de 104 a 52 pesos. Era una fábrica conocida por los miserables salarios que acostumbraba pagar a sus trabajadores, reclutados entre la masa de inmigrantes más pobres, constituida por un gran número de mujeres y chicos.
Todos los reclamos de los obreros por las pésimas condiciones en que mantenían a sus trabajadores los reprimían con la ayuda de la Policía, que en esta huelga actuó violentamente, matando a cuatro de ellos. El 9 de enero se produjo el llamado a una huelga general que marcó el comienzo de la llamada “Semana Trágica”, el historiador David Rock, sostuvo que fue un movimiento espontáneo, emocional y carente de objetivos precisos, “fue más una sucesión de revueltas desarticuladas que una genuina rebelión obrera…” Según este análisis y los de otros autores, no había motivos para creer que se estaba ante una revolución planeada y organizada para destruir al sistema.
El temor que la Revolución Rusa generó el resto de Europa se había trasladado a Buenos Aires, había un gran recelo a la posibilidad de que una Revolución se preparara también aquí. Los cambios, sobrevenidos a raíz del aluvión inmigratorio, el clima de conflictividad social que puso en entredicho -como nunca antes- los privilegios de los sectores dominantes; la prédica de la Iglesia por una parte y de los sectores del nacionalismo de derecha ultra católico por otra -adhiriendo a la teoría de una confabulación judía para apoderarse del mundo- ayudaron a crear el clima que desbordó en un verdadero y cruel ataque contra la población judía. Las informaciones reaccionarias y antisemitas provenientes de fuentes europeas informaban que gran parte de los revolucionarios eran judíos, atizando el odio antijudío. La iglesia, el nacionalismo ultra católico y el liberalismo, creían que socialismo y judaísmo era la misma cosa, el judaísmo internacional, sin arte ni parte, fue responsabilizado por la huelga y los desmanes.
*La Liga Patriótica: el sanguinario ataque a las barriadas judías.
Un grupo de civiles, proveniente de un movimiento patriótico que englobaba a la aristocracia rural, políticos, miembros de los comités radicales, el clero, los militares y hombres de negocios integraron la Liga Patriótica, fundada por Manuel Carlés, un miembro de la alta burguesía porteña. Este grupo protagonizó un feroz ataque antisemita contra comercios y viviendas judías que fueron destruidos, así como la Organización Teatral Israelita, y el edificio de la organización Poalei Sión.
Pinnie Wald, el secretario de Avangard, fue detenido junto a su novia, Rosa Weinstein, acusado de querer instalar un Soviet en la Argentina, en la cárcel fue sometido a crueles torturas antes de ser liberado. No por conocidas dejan de conmover las palabras que dejó escritas Juan Carulla, anarquista en ese momento, luego convertido en un furibundo nacionalista antisemita: “oí decir que estaban incendiando el barrio judío y hacia allá dirigí mis pasos. Caminé por las calles Junín, Uriburu, Azcuénaga, al principio sin hallar signos patentes de disturbios… Fue al llegar a Viamonte, a la altura de Facultad de Medicina, que me tocó presenciar lo que podría denominarse el primer pogrom en la Argentina.
En medio de la calle ardían piras formadas con libros y trastos viejos, entre los cuales podían reconocerse sillas, mesas y otros enseres domésticos y las llamas iluminaban tétricamente la noche, destacando -con rojizos resplandores- los rostros de una multitud gesticulante y estremecida. Me abrí camino y pude ver que, a pocos metros de allí, se luchaba dentro y fuera de los edificios. Inquirí y supe que se trataba de un comerciante judío al que se culpaba de hacer propaganda comunista. Me pareció, sin embargo, que el cruel castigo se hacía extensivo a otros hogares hebreos. El ruido de muebles y cajones violentamente arrojados a la calle se mezclaban con gritos de ‘mueran los judíos, mueran los maximalistas’. De tanto en tanto pasaban a mi vera viejos barbudos y mujeres desgreñadas. Nunca olvidaré el rostro cárdeno y la mirada suplicante de uno de ellos al que arrastraban un par de mozalbetes, así como el de un niño sollozante que se aferraba a la vieja levita negra, ya desgarrada, de otro de aquellos pobres diablos. Aparté no sin repugnancia, la mirada de aquel cuadro chocante, pero fue solamente para fijarla en otros del mismo jaez, pues el disturbio provocado por el ataque a los negocios y hogares hebreos se había propagado a varias manzanas a la redonda”.
Una de las consecuencias de la “Semana Trágica” fue la formación de filiales de la Liga Patriótica Argentina en el resto del país, organizadas para luchar contra las “ideologías foráneas” promovidas por “agitadoresforáneos”, eran fuerzas de choque creadas para intervenir contra todo tipo de actividad sindical o política de izquierda, desarrollaban actividades propagandísticas, especialmente orientadas a sectores docentes y educativos.
El historiador Lvovich sostiene que esta organización nunca se pronunció orgánicamente como antisemita pese al antisemitismo de gran parte de sus integrantes; por lo que en las numerosas células de la Liga, distribuidas por todo el país, había algunas con adherentes judíos, y hasta había una Liga Patriótica Judía en Buenos Aires, crease o no. Todos esos acontecimientos y los reclamos de los trabajadores, especialmente de los extranjeros, fueron percibidos como una peligrosa amenaza, que en cualquier momento podía desbordar y provocar una revolución. Los sectores conservadores de la elite dominante, unieron sus fuerzas a las de la Iglesia en una contraofensiva, que se hizo presente en los barrios, con actividad fomentista y social para contrarrestar la presencia de anarquistas y socialistas en los barrios donde era más numerosa. Se agregaron numerosos capellanes militares en el Ejército.
Se editaron numerosas publicaciones, folletos y volantes, todas para evitar y controlar la conflictividad social. Para la Iglesia y el nacionalismo integralista, el comunismo era el enemigo que había que destruir, el comunismo y judaísmo eran sinónimos de una misma conjura. Fue una institución católica, la Unión Popular Católica Argentina la que publicó por primera vez en el país “Los Protocolos de los Sabios de Sión” en el año 1923.
Las respuestas de la Iglesia a la amenaza comunista fueron la reorganización y reforzamiento de la instrucción religiosa y la reeducación de la población para detener el avance de la secularización. Se elaboró un “santoral criollo”, una de cuyas primeras manifestaciones fue la creación del Santuario de la Virgen de Luján. Los enemigos ya no eran sólo los socialistas y anarquistas, judíos y comunistas, también lo eran el liberalismo y todo tipo de pensamiento secular opuesto a la religiosidad católica.
*Antisemitismo, la prostitución y la Zwi Migdal
La comunidad judeo argentina, en sus inicios, pequeña e irrelevante, tuvo que enfrentar un problema que se agravaría con el tiempo, la presencia de una red judía de tratantes de blancas y de burdeles. Algunos grupos judíos, particularmente los ingleses, temiendo que esto generara un antisemitismo mayor al ya existente, trataron de contener este tráfico creciente de explotación femenina, logrando con tanta difusión que creciera allí donde querían evitarlo. Para la década del veinte, la sociedad Varsovia, dominada por rufianes judíos, estaba más próspera que nunca, obligada a cambiar su nombre eligió el de Zwi Migdal, pero el número de prostitutas judías rusas o polacas había comenzado a disminuir.
El estallido de un escándalo que involucró a la policía provocó el furor e indignación generalizada, la opinión más xenófoba y racista atribuía a los extranjeros, la mafia italiana y los traficantes judíos, ser los únicos responsables de los problemas delictivos de la ciudad. Julio Alzogaray y Victorio Becerro se ocuparon de escribir sobre el tema. En 1937 un policía, Ernesto M. Pareja, escribió una historia sobre la prostitución. Su estudio relacionaba aspectos raciales con la prostitución judía en la ciudad, “era dado apreciar que no tenía frenos morales, el afán de obtener dinero, sin que mediare otra causa que el dinero mismo, era con frecuencia el origen de su degradación; a la mujer europea la consideraba en otro plano superior, aún cuando su religión fuese católica, ortodoxa o protestante, entendía que llegaban al ejercicio de la prostitución después de largos períodos de miseria”. La historiadora norteamericana Donna Guy afirma que estos trabajos se concentraban en la prostitución judía porque el antisemitismo surgía con facilidad en la Argentina católica y crecientemente nacionalista.
Mientras criticaban a los inmigrantes judíos, la moral de los nativos se defendía de manera implícita, aun cuando los rufianes, madamas y prostitutas locales fueron parte de la prostitución autorizada y la clandestina. Más allá de los motivos personales, estos libros reforzaban un estereotipo del tratante de blancas y de la prostituta como típicamente judíos, había campañas contra la trata de blancas de origen judío en Europa y Estados Unidos, pero en la Argentina se trataba de culpar a los traficantes judíos de todos los problemas creados por los extranjeros, blanco de todas las acusaciones, a pesar de que el control judío sobre la prostitución en Buenos Aires, y otras ciudades argentinas, nunca fue tan amplio como se creyó y se dijo. A pesar del trabajo que se tomaron las instituciones judías de marginar y combatir de todos los modos posibles a este grupo delincuencial, las acusaciones antisemitas llovían sobre los judíos, las acusaciones los definían como poderosos capitalistas, proxenetas, delincuentes, revolucionarios asesinos, prostitutas ávidas de dinero carentes de frenos morales. La iglesia y sus seguidores no podían imaginar mejores temas para perseguir judíos.
*La Iglesia y la identificación de la Argentina con el catolicismo.
Los sectores influyentes del país estaban todos de acuerdo en la necesidad de continuar recibiendo el flujo migratorio imprescindible para la continuidad del crecimiento económico. Había otro acuerdo, casi no enunciado, en rechazar a los grupos considerados inasimilables, por cuestiones raciales, negros y amarillos, o de grupos étnicos tales como los judíos “turcos”, árabes, turcos, serbios, armenios, bosnios. Todas las nacionalidades y grupos étnicos provenientes del Imperio Otomano. A partir de los años 20, la prédica contra la inmigración de ciertos grupos adquirió un giro netamente racista, ostentando un fundamento falsamente científico.
La Iglesia católica, con la militancia laica, decidió avanzar sobre la acción civil, planteándose como la única alternativa de carácter doctrinal, en principio contra el liberalismo y toda otra ideología considerada una amenaza por el catolicismo.
Para ello se fundó la Acción Católica en 1924, su objetivo apuntaba al blindaje de la población argentina contra todo intento de diversidad cultural, social y religiosa, generado por el cosmopolitismo propio de las sociedades del Siglo XX. Había comenzado una Guerra Santa solapada en la afirmación y difusión de los valores católicos que progresivamente serían cada vez más influyentes dentro de un importante sector de la elite, que constituyó el nacionalismo católico, antiliberal y antisemita. La literatura y varias publicaciones periódicas fueron las encargadas de dar amplia difusión a esta ideología racista y reaccionaria. Las más importantes fueron “La Nueva República”, “Criterio”, “La Fronda” y “El Pueblo”, entre muchas otras. Los criterios con que la mayor parte de estas publicaciones se expresarían, con respecto al judaísmo, fueron -en general- desembozadamente antisemitas. Según ellas, judíos eran los socialistas que conspiraban contra el viejo orden, judíos eran los comunistas y sus ideólogos, incluido Marx, judía era la gran banca internacional que manejaba los resortes del poder mundial, judíos eran los dueños de los frigoríficos en la Argentina. Judío era el gobierno norteamericano, y judíos eran los gobernantes soviéticos.
Todo este furibundo anti judaísmo recurría a la teología cristiana relacionando la condena y muerte de Jesucristo con una tenebrosa imagen del judío. Su propaganda insistía en que el propósito de los judíos era la destrucción del catolicismo y de la Argentina. Todas estas publicaciones representaban el pensamiento institucional de la Iglesia Argentina, no obstante su eficacia publicitaria era limitada porque llegaba a un sector reducido de la población.
*La Hora de la Espada.
Sin embargo, varios de los promotores de estas ideas llegaron al poder con el golpe del general Uriburu en 1930, su militancia antisemita se transformó en acción política desde algunos sectores del Estado.
Durante la década del treinta al cuarenta, el antisemitismo constituirá al judío como el “enemigo” de un modo en extremo virulento, el judaísmo expresión de un cosmopolitismo apátrida o racista junto al comunismo eran las dos caras de la misma conjura y peligro que se cernía sobre la Argentina.
Numerosas publicaciones antisemitas, nacionalistas católicas, se expresaron con agravios, llamando a la violencia abierta en barrios judíos sin que la policía hiciera nada por detenerlos. Incluso cundió el temor de un ataque a la comunidad judía, justificado porque el secretario de la presidencia del general Uriburu, teniente coronel, Juan B. Molina, era el comandante de la Legión Cívica, la principal organización nacionalista durante los primeros años de la década de 1930, organizada como tropa de asalto y entrenada por oficiales del ejército.
Numerosas denuncias, y el grado de difusión dado por la comunidad judía a esta amenaza, abortaron el ataque. Desde publicaciones como “Criterio”, “Crisol”, “El Pueblo”, “La Nueva República”, “Nuevo Orden”, “La Voz del Plata”, “Clarinada”, “El Fortín”, “Combate”, “Pampero”, “Bandera Argentina”, etc., se difundían las calumnias anti judías más reaccionarias. Muchos de ellos recibían aportes económicos de los nazis, su prédica estaba fuertemente impregnada de ideología hitleriana.
Los ataques a los judíos, a teatros y cines con programaciones antinazis, a toda la publicidad favorable al tema judaico, eran frecuentes y salvajes. En la Facultad de Medicina se reprobaba a los estudiantes por su apellido, allí se produjo un ataque al estudiantado judío por incitación del decano Bullrich que, como muchos de los profesores, era militante de la Legión Cívica.
Locales partidarios socialistas y radicales, sinagogas cuyos frentes eran manchados con alquitrán, cuando no atacados como el templo de Libertad, en plena celebración de la Pascua Judía. Boicots contra el comercio judío, humillaciones, insultos, la situación empeoraba progresivamente.
Los ataques se extendieron a la prensa judía, a los periodistas, hubo provocaciones a instituciones y poblaciones judías, incitaciones a la prohibición de inmigración judía a la Argentina, o directamente a la eliminación física de los judíos, ”Haga Patria, Mate un Judío” fue un lema muy difundido. Hugo Wast, seudónimo de Martínez Zuviría, era el autor de novelas antisemitas muy exitosamente difundidas tales como “El Kahal” y “Oro”, en tanto que la novela “La Bolsa” era de lectura obligada en escuelas y colegios del Estado.
*Catolicismo, Nacionalismo, Nazismo
Estamos pues, a mediados de la década del´30, la Iglesia realiza el Congreso Eucarístico Internacional, celebrado con gran pompa y circunstancia en octubre de 1934 en Buenos Aires. Se identificó la catolicidad, nacionalidad y argentinidad en una misma entidad. Si se era argentino se era católico, ser católico era ser naturalmente argentino. La liturgia católica expresaba simbólicamente a la Argentina como un “Estado Católico”. Arreciaba la difusión de textos y literatura nazi, la agresión antisemita por parte de las organizaciones nacionalistas de derecha, así como de la prensa católica o pro nazi, o ambas cosas a la vez.
Con el ascenso al poder del Tercer Reich en Alemania, la propaganda nazi se manifestaba en una campaña articulada desde la embajada de ese país.
Ronald Newton, historiador del nazismo, afirma que ”el objetivo fue el acercamiento a intelectuales y personajes destacados del país, a mediados de 1936 se fundó una Comisión de Cooperación Intelectual de 19 destacados criollos pro alemanes. Estos incluían a Gustavo Martínez Zubiría; al Premio Nóbel de biología Bernardo Houssay, a Juan P. Ramos, decano de la Facultad de Derecho de Buenos Aires, ideólogo fascista y colaborador de los alemanes desde hacía largo tiempo, al político derechista Matías Sánchez Sorondo, a los destacados médicos Gregorio Aráoz Alfaro y Mariano Castex, y a tres destacados historiadores: Ricardo Levene, Carlos Ibarguren y a Roberto Levillier.
”Se crearon instituciones desde las cuales se promovieron viajes gratuitos a Alemania por parte de diversos sectores de la población, periodistas de importantes diarios, profesionales, académicos, estudiantes y jóvenes de familias relevantes de la sociedad. Cuando los viajes no eran gratuitos eran subsidiados y este fue el caso de grupos que fueron a la celebración de los Juegos Olímpicos de Berlín en 1939. El Club Hípico Alemán fue utilizado por la Embajada como un espacio de la práctica hípica, descanso y sociabilidad masculina donde eran invitados regularmente oficiales argentinos. Newton estima, en un cálculo lo más aproximado a la verdad, que se estimaba que un 10% de los oficiales del ejército eran pronazis. Entre ellos cita a los generales Juan Bautista Molina, Basilio Pertiné, Benjamín Menéndez, Juan Pistarini etc.
Daniel Muchnik cita una larga lista de empresas argentinas con estrechos vínculos personales y comerciales” con filiales alemanas de aquella época oscura como Loma Negra, de Alfredo Fortabat, o Garovaglio & Zorroaquín, de Guillermo Zorroaquín, entre muchos otros apellidos actualmente ilustres”.
La respuesta judeo argentina a la actividad del nazismo alemán consistió, entre otras cosas, en un boicot a los productos importados de Alemania que contó con la adhesión de los republicanos antifascistas. Familias prominentes de origen alemán se unieron a las filas de la oposición al nazismo, como fue el caso de Ernesto Alemann que fundó la escuela Pestalozzi en 1934 que, con la Germania Schule y el Cangallo Schule fueron las excepciones que se opusieron al nazismo difundido a través de la educación y cultura germánicas entre las restantes veinte escuelas alemanas.
Ante este estado de cosas la comunidad judía se organizó, en 1933, en un acto contra las persecuciones de judíos en Alemania, formando una comisión que en 1934 tomó el nombre de Comité contra el Antisemitismo para quedar definitivamente consagrada en 1935 con el nombre de DAIA, convirtiéndose en el vocero de la comunidad para denunciar todo ataque antisemita. Desde la izquierda judía, se formó la Organización Popular contra el Fascismo y Antisemitismo ante las acciones antisemitas y la llegada del nazismo al gobierno en Alemania.
*Nacionalismo Integralista y Antisemitismo
Juan Queraltó, conocido militante nacionalista antisemita presidente de UNES (Unión de Estudiantes Secundarios), la rama estudiantil de la Legión Cívica, descontenta con la falta de celo revolucionario de la Legión creó, en 1937, la Alianza de la Juventud Nacionalista Aunque la Alianza era, fundamentalmente, un grupo juvenil, contó entre sus miembros a importantes figuras del nacionalismo como Ramón Doll (ex socialista convertido en nacionalista), Jordán Bruno Genta (nacionalista, virulento antisemita, cuya influencia comenzó a sentirse en la década de 1940, especialmente dentro de las Fuerzas Armadas y de la aviación) y los coroneles Natalio Mascarello y Bonifacio Lastra.
En sus orígenes, estaba lejos de ser un movimiento popular; sin embargo, en materia ideológica, ya se notaba con claridad su nacionalismo extremo y el discurso proletario, evidenciando su intención de utilizar símbolos revolucionarios de la izquierda socialista.
Su programa político condensado en “Postulados de nuestra lucha”, no se diferenciaba mayormente de los postulados de la Legión Cívica. En 1937 y como oposición a todo este fuerte movimiento antisemita, se creó el Comité contra el Racismo y el Antisemitismo en la Argentina, impulsado por intelectuales comunistas pero que también recibió el apoyo de prestigiosos intelectuales y la dirigencia política socialista, demócrata progresista y radical.
*La tragedia del Judaísmo europeo
En 1938, la situación de los judíos europeos era sumamente grave. El Presidente Roosvelt convocó a una conferencia en Evián, Francia -para julio de 1939-, a efectos de hallar una solución para el drama de numerosos refugiados provocado por la anexión de Austria por parte del Tercer Reich.
El problema residía adónde colocar a los refugiados alemanes y austriacos sin que fueran perjudicados los intereses británicos y norteamericanos.
Esta cuestión también era un tema muy debatido en la Argentina, el representante de la publicación “Criterio”, órgano no oficial de la iglesia católica, era Monseñor Franceschi -su director- quien mantenía una posición abiertamente hostil a toda posible admisión de refugiados judíos al país. Pese a que el catolicismo argentino manifestaba su rechazo por el racismo nazi, tomando distancia de la prensa pronazi, Franceschi, a través de Criterio sostenía que el antisemitismo argentino era la defensa que protegía a esta sociedad ante la masiva presencia judía.
El Episcopado argentino, así como el Arzobispado de Buenos Aires, no hicieron ninguna manifestación acerca de este espinoso asunto a medida que las cosas empeoraban. Tampoco se pronunciaron a favor de una actitud más compasivamente cristiana con los judíos europeos perseguidos, sobre los que pendía la amenaza de exterminio. La prensa judía, en particular “Mundo Israelita”, lanzó una campaña contra el antisemitismo, hecho que le valió la acusación por parte de “Criterio” de estar destilando “odio judío”
Los ex alumnos salesianos manifestaron su tajante rechazo a la posibilidad de prestar el menor auxilio a estas víctimas acosadas por el nazismo. Desde el gobierno argentino se creó una comisión para la inmigración, cuyo presidente era íntimo amigo del vicepresidente Castillo. En 1939, el Presidente Ortiz, reorganizó la comisión al descubrirse irregularidades, al frente de la misma puso a Enrique Plate simpatizante del nazismo, también fue agregado Enrique Maschwitz, conocido activista de los círculos nazis.
Finalmente quedó en claro que la jerarquía católica y la totalidad del clero, rechazaban el otorgamiento de refugio a los perseguidos e insistían en la prohibición de asilo para todos los judíos, actitud corroborada por el Poder Ejecutivo que emitió un decreto el 28 de julio de 1938 cerrando toda posibilidad de entrada a los refugiados. Los partidos de izquierda, comunistas y socialistas, los liberales, con un militante comunista a la cabeza, Emilio Troise, organizaron el primer Congreso del “Comité contra el Racismo y el Antisemitismo”, una de cuyas oradoras fue Alicia Moreau de Justo, socialista, también participaron los radicales Illía y Frondizi, hicieron un llamamiento a la apertura de la inmigración de refugiados perseguidos judíos.
Los fundadores fueron, además de los nombrados, Lisandro de la Torre, Mario Bravo, Julio Noble, Diego Luis Molinari, Américo Ghioldi, Ernesto Sanmartino, Enrique Dickman, Alvaro Yunque, Deodoro Roca, Saúl Damonte Taborda, Carlos Sánchez Viamonte, Ricardo Balbín, Cesar Tiempo y Segio Bagú.
Estos apoyos, por parte de sectores de la izquierda y del liberalismo, sirvieron para atizar los fuertes sentimientos antisemitas de la mayor parte de los sectores católicos, desde sus más altas jerarquías hasta los militantes de la Acción Católica.
*Nacionalismo católico y el rechazo a los refugiados judeoeuropeos
La posición oficial de la iglesia estimulaba aún más los sentimientos antisemitas existentes, había logrado transformar sus posiciones políticas y doctrinales en una política oficial del Estado argentino.
En 1941, en plena guerra, junto con el gobierno de Brasil, la Argentina impidió el desembarco de 90 judíos que llegaron a estas costas después de grandes vicisitudes. En ese mismo año, aparentemente, la Cancillería argentina aprobó la entrada al país de un contingente de niños judeo-alemanes, transitoriamente acogidos por Gran Bretaña. Pero cuando intervino el cónsul, M. Molina le dijo al funcionario de la Liga de las Naciones “con una sonrisa”, según narra Newton, que la Argentina no practicaba ningún antisemitismo oficial pero que el cuerpo diplomático y consular tenía instrucciones secretas de impedir el ingreso de inmigrantes alemanes del “tipo común”.
En ese momento, Tomás Le Bretón era embajador en el Reino Unido, el representante de la Liga se dirigió hacia él para mantener una entrevista personal en la creencia de que sus ambiciones lo impulsarían a tener un gesto humanitario si el caso lograba una importante publicidad. Sin embargo Le Bretón opuso resistencia al proyecto, argumentando que los judíos argentinos eran problemáticos, tanto fue así que el funcionario no insistió mas, considerando el fuerte apoyo que le brindaba el embajador al esfuerzo de guerra inglés.
Newton consigna que en 1943, una organización alemana antinazi, Hilfsverein, le solicitó al presidente Castillo una autorización por escrito para la entrada de mil niños judíos menores de catorce años, la autorización caducaba el 31 de diciembre de 1943. Ni Castillo ni los militares que los derrocaron en junio llegaron a ejecutarlo”.
Uki Goñi, en su libro, afirma que “las órdenes secretas hacían prácticamente imposible, para los refugiados judíos, entrar en Argentina sino era a través de tortuosas rutas ilegales. El número de pasajeros de segunda y tercera clase de los transatlánticos que estaban dispuestos a declarar que su religión era la judía a su llegada a Buenos Aires” fue descendiendo de 2.006, en 1941, a un solo pasajero en 1944. La trasgresión se convirtió en la norma, se vendían visados a los judíos. Un embajador, según relata Goñi, afirmaba que “este tráfico que ha enriquecido a muchas personas con influencia en los círculos políticos argentinos, desde el entorno inmediato del Presidente hasta funcionarios menores del Ministerio de Agricultura, la Policía y las autoridades portuarias, ha ayudado sólo a aquellos cuyos parientes querían y podían pagar sobornos… pero el diplomático del que se rumoreaba que había ganado más dinero con los judíos era, también, uno de los más distinguidos que había tenido Argentina. Se dice que mientras fue embajador de Argentina en París, desde 1938 hasta la ocupación nazi, Miguel Angel Cárcano se embolsó un millón de dólares vendiendo visados a los judíos ricos que buscaban refugio en Francia. Su tráfico de visados sería la comidilla de los círculos diplomáticos argentinos durante las décadas de 1940 y 1950. Después de París, Cárcano fue -hasta 1946- embajador en Londres donde disfrutó de un gran prestigio…”
Cuando Goñi se formula la retórica pregunta de quién salvó más vidas, si los incorruptibles que no aceptaron ni un soborno o los que se dejaron sobornar y que salvaron miles de vidas culpando de su intrínseca perversidad al nazismo, no se puede evitar reflexionar sobre el significado y el valor de términos tales como venalidad o incorruptibilidad en casos como éste, que van más allá de la perversidad del nazismo.
Por desagradable e inmorales que parezcan los que ganaron mucho dinero con la desesperación de los judíos, no parece aquí que el término que designa como incorruptibles a quienes no lo hicieron, pueda ser utilizado apropiadamente, ni siquiera en un sentido neutro, porque colaboraron enviando a la muerte a miles de personas, sin el menor sentido compasivo o solidariamente humano para aquellos a los que les esperaba un destino tan trágico. .
*Nacionalismo Católico: Antisemitismo, hostilización de las instituciones judías
En 1938, tras las elecciones a las que se disfrazó dándoles visos de legalidad democrática, el candidato impuesto por el Presidente Justo, el radical Ortiz llegó a la presidencia. Le tocó lidiar con los sectores más reaccionarios y conservadores del nacionalismo, fuertes en la calle y en el Ejército.
Ortiz, en una actitud desacostumbrada en los gobernantes de la época, ni bien asumió el gobierno promulgó el Decreto 4071 del Poder Ejecutivo, por medio del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, imponiendo una nueva política en la Argentina -según Efraím Zadoff – por el que se limitaban fuertemente la difusión de ideas totalitarias provenientes de Europa, el falangismo español, el fascismo italiano y el nazismo alemán. Pero Ortiz se vio obligado a renunciar a causa de su mala salud, su sucesor fue el vicepresidente Castillo, con él habían llegado al poder los representantes de los sectores más ultra conservadores y antisemitas, impidiendo toda posibilidad de administración democrática.
La persecución sobre los judíos no tardó en hacerse sentir, en algunos casos con la prohibición de actos públicos bajo el pretexto de que los oradores no seexpresaban en castellano, o denegando la autorización para un acto de un comité de ayuda a los judíos alemanes pretextando problemas de horario. En las actitudes represivas se confundían, deliberadamente, las persecuciones antisemitas con las anticomunistas.
En el mes de julio de 1932 se habían clausurado siete escuelas laicas donde se enseñaba idish, por considerarlas reductos bolcheviques. El historiador Lvovich consigna que estas escuelas clausuradas eran las Borojov, de orientación sionista socialista, y Abshulorg, socialista. El material requisado nunca fue devuelto y uno de los miembros del Borojov estuvo arbitrariamente preso hasta septiembre. Se allanaban y clausuraban las escuelas judías pertenecientes al Farban Fun Idische Folks Shulns, se detenían alumnos, padres y maestros, se allanaban domicilios particulares donde se secuestraba material del que nunca se llevó un registro ni fue devuelto.
El pretexto para estas persecuciones era que las escuelas eran comunistas, a pesar de que se demostró que todas las denuncias eran falsas, el nacionalismo antisemita continuó difundiendo la misma calumnia.
Zadoff sostiene que los cambios sanitarios a los que obligó el Consejo Nacional de Educación (CNE), a las escuelas judías, no fueron considerados perjudiciales por las instituciones comunitarias o por observadores independientes. La prensa judía consideró “apenas se publicó el Decreto 4.071 en mayo de 1938, que estos cambios eran positivos para los judíos y que no eran perjudiciales para las escuelas”. Zadoff concluye que “de todos modos, es legítimo destacar que la presión del CNE, para una reestructuración material de las escuelas, fue decisiva en el proceso de expansión, modernizando las escuelas y aumentando su atractividad… Las disposiciones asumidas por el CNE fueron motivadas por sentimientos nacionalistas que deseaban limitar influencias foráneas sobre la sociedad argentina, cuyo alto porcentaje de inmigrantes hacía peligrar lo que para los gobernantes era el “argentinismo”.
La Policía, con el pretexto del comunismo, prohibió el acto del Organismo de Ayuda Directa de las Víctimas Judías de la Guerra, los actos donde los oradores se expresaban en idish, cuyo uso también fue prohibido en la vida religiosa.
*Rechazo y Hostilización a los judíos.
Se ordenó la realización de un censo compulsivo a todos los comerciantes que habían cerrado sus negocios en señal de duelo por la Kristalnach acontecida en la Alemania nazi. Otras formas de antisemitismo se manifestaban por la publicidad de empresas e instituciones estatales otorgada a la prensa más rabiosamente antisemita, así como las persecuciones que se ejercieron para dificultar las actividades de organizaciones que luchaban contra el antisemitismo, por ejemplo, prohibiendo la transmisión radial de un Congreso Nacional Antirracista en 1938.
A pesar de que en algunos casos existían conflictos sindicales, y en algunos de ellos patrones y obreros eran judíos, la prensa antijudía no trepidó en culpar a los judíos por provocar sentimientos antisemitas. Se inmiscuía en los conflictos laborales responsabilizando a los judíos por producir perturbaciones y problemas. En 1937, se impidió la afiliación de Macabi a la Federación Argentina de Básquet por ser un club judío, en tanto el Club Náutico Hacoaj, fundado por las dificultades que tenían los judíos para ingresar a los clubes de remo, fue rechazado once veces cuando solicitó su afiliación a la Asociación Argentina de Remeros Aficionados, entre 1938 y 1943. Se alegó que los clubes italianos y alemanes no querían a los judíos dentro de la Asociación, pero los otros clubes que no lo era tampoco hicieron nada para impedir esta situación.
Se negaba empleo a quienes tenían apellidos judíos en instituciones estatales de diversa índole. En los hospitales públicos era muy frecuente la hostilidad o la agresión abierta a los practicantes de medicina que habían ganado legítimamente el puesto por concurso. Otras formas de prejuicio y discriminación se ejercían contra estudiantes judíos negándoles plazas en escuelas y colegios secundarios. También en los ámbitos militares, ser conscripto judío significaba -en numerosos casos- estar sujeto a burlas y humillaciones, cuando no persecuciones.
*Revolución de 1943. Gobierno Militar Nacionalista Integralista.
El 4 de junio de 1943 se produjo un golpe militar que llevó a la presidencia al general Ramírez, quien nombró en el gobierno a un gran número de funcionarios nacionalistas católicos, muchos de ellos notorios antisemitas. Estos pusieron en vigencia una ideología represiva, donde los derechos fueron burlados e ignorados, la libertad de prensa eliminada, los partidos políticos disueltos, impuesta la enseñanza religiosa católica en las escuelas estatales, así como prohibidas todas las actividades contra el antisemitismo o antifascistas.
Este gobierno nacional integralista, presidido por Ramírez, tuvo fuertes actitudes antisemitas expresadas en medidas tales como la ordenanza promulgada en 1944, prohibiendo la venta de carne en las ferias municipales que no proviniese del Frigorífico Municipal lo que -en buen romance- significaba la imposibilidad del consumo de todo tipo de carne casher. A pesar de todos los reclamos de la DAIA, la medida -contraria a una práctica ritual esencial del judaísmo- continuó en vigencia con total falta de respeto a las libertades religiosas de los observantes no católicos.
Con la designación de Martínez Zuviría, conspicuo antisemita, como Ministro de Justicia e Instrucción Pública, se implementó una política restrictiva o abiertamente opuesta a la educación judía; desde el Estado se rechazaban las solicitudes de autorización de escuelas judías y la entrega de certificados de docencia para sus maestros, utilizando evasivas de diversa índole, también fueron clausuradas doce escuelas judías. Una disposición del Gobierno ordenó el cierre de la prensa idish, lo que impidió la publicación del Idische Zaitung y Di Presse los días 13 y 14 de octubre de 1943, finalmente se autorizó su edición normal con un pedido de disculpas a la DAIA por parte del Ministro de Interior lo que no impidió que la autorización de actos en habla idisch rigiera únicamente para la DAIA, en tanto que cualquier otra institución debía solicitar una autorización previa.
El Ministerio de Guerra exigía una fe de bautismo para el ingreso a los institutos o escuelas militares. En tanto se “puso en comisión”, por no decir que se suspendían, a los maestros estatales judíos por parte del Consejo Nacional de Educación y se prohibió la matanza ritual para el kashrut en Entre Ríos. Todas estas medidas, tan persecutorias como discriminatorias, en un momento histórico extremadamente doloroso para el judaísmo mundial, sólo aumentaron la zozobra y el miedo de la comunidad argentina. El principal aporte ideológico de la revolución militar fue proporcionado por el GOU, convertido en el real factor de poder en el Gobierno. En esta logia predominaba una ideología fuertemente antisemita, aunque no expresada abiertamente.
*El Peronismo y su relación con los judíos
El coronel Perón, uno de sus integrantes, era el interlocutor que tenía la DAIA, desde mediados de 1944, para sus reclamos contra actitudes o persecuciones antisemitas por parte del gobierno. Para cuando llegó a fin de año a la Secretaría de Trabajo y Previsión, uno de los primeros recaudos que tomó fue determinar el alejamiento del Gobierno de los antisemitas y fascistas más notorios.
En 1945, el Ejército, presionado por la opinión de sectores influyentes de la economía y la política nacional, forzó a su renuncia, poniéndolo en prisión.
El 17 de octubre una multitud marchó hacia Plaza de Mayo, exigiendo su libertad y la restitución de sus cargos. La demanda popular logró su objetivo: Perón, liberado, retomó el poder, postulándose como candidato a la presidencia, a la que llegó habiendo ganado las elecciones del 14 de febrero de 1946. Los días 17 y 18 de octubre habían representado una amarga experiencia para la comunidad judeo argentina: la DAIA denunció que el día 17, grupos de manifestantes recorrían las calles a los gritos de mueran los judíos, apedreando el Templo de la calle Paso, entre tanto otro grupo penetró en su interior, donde fueron detenidos por la policía de la seccional séptima.
Fueron apedreados varios establecimientos judíos, hubo pintadas extremadamente injuriosas en las paredes, se convocaba a la matanza de judíos. En Villa Lynch, las cosas tomaron un cariz tal que se pidió protección a la Policía. En Córdoba, la gravedad de los acontecimientos fue mayor aún, fue asaltada y profanada una sinagoga, los ataques se extendieron a un banco y a instituciones judías. Sin embargo, a pesar de algunas actitudes contradictorias por parte del Gobierno de Perón, no puede decirse que tuviera actitudes antisemitas. Trató de ganarse las simpatías y la amistad de la comunidad con el reconocimiento del Estado de Israel, ayudó a crear una representación comunitaria peronista: la Organización Israelita Argentina.
Lvovich se pregunta por la razón del deliberado olvido de los ataques producidos el 17 y 18 de octubre a las instituciones representativas de la colectividad judía. Según el historiador, la DAIA y otras instituciones querían mantener relaciones cordiales con el Gobierno. Olvidando reclamar por estos hechos se evitaba todo tipo de confrontación, en este caso no era bueno el exceso de memoria. El gobierno peronista mantuvo la continuidad en algunas políticas del Gobierno anterior con respecto a la comunidad judía, pero también determinó algunos cambios importantes, uno de los primeros que tomó Perón al llegar al poder fue la disolución de la Alianza Restauradora Nacionalista. En cambio mantuvo a Santiago Peralta en la Dirección de Migraciones, cargo que ocupaba desde el período del gobierno anterior, (hasta que finalmente fue desplazado) de donde se llevó a cabo una política discriminatoria hacia la entrada de judíos, especialmente los sobrevivientes de nazismo, a los que aquel consideraba indeseables e inasimilables.
*La Argentina Peronista: Refugio de Nazis y Judíos.
Al mismo tiempo, no hubo ningún obstáculo para el ingreso de criminales de guerra nazis, ustachas y de toda la banda de asesinos que colaboraron con el nazismo. Con esa capacidad de maniobra pendular que lo caracterizaba, Perón buscó mejorar las relaciones con la colectividad reconociendo al Estado de Israel e incluyendo, en la Constitución de 1949, un artículo contra la discriminación racial al mismo tiempo que dictó una medida administrativa en 1948, para blanquear a los inmigrantes ilegales judíos clandestinos.
El periodista Uki Goñi, afirma en su libro La Auténtica Odessa, que esta medida, en realidad, fue para favorecer a los numerosos nazis europeos llegados al país después de la guerra. Goñi cuenta que, en 1949, se inició un sumario secreto contra las autoridades de migraciones por haber concedido demasiados permisos de desembarco a judíos, “…no peronistas…”. de manera embarazosa para la investigación, resultó que la inmensa mayoría de las excepciones con judíos habían sido ordenada por Perón, quien aplicaba su clemencia selectivamente, favoreciendo las solicitudes de permisos de desembarco de líderes judíos peronistas y leales por encima de las judíos
Durante el primer período del gobierno peronista hubieron manifestaciones antisemitas, atentados, ataques a publicaciones judías, profanaciones de tumbas y amenazas a escuelas judías provocadas por ex integrantes del G.O.U., la Alianza Libertadora Nacionalista y personalidades del antisemitismo más ponzoñoso como Gustavo Martínez Zuviría, director de la Biblioteca Nacional desde 1931 y que continuó en esa función hasta 1955, Oscar Ivanissevich , el sacerdote Leonardo Castellani y otros conspicuos racistas, todos ellos afiliados peronistas.
Con respecto a la óptica norteamericana que le adjudicaba a Perón un fuerte sentimiento antisemita y simpatías hacia el nazifascismo, el historiador israelí Ranann Rein contrapone una visión más matizada, en tanto que Ignacio Klich sostiene que Perón, después de la guerra no tenía ningún interés en ser confundido con un simpatizante del nazismo, más allá de sus simpatías o afinidades personales. Durante el gobierno peronista las relaciones con la comunidad judía fueron cordiales, la creación del Estado de Israel reforzó el sentimiento nacional judío, las actitudes del Gobierno hacia el nuevo Estado colaboraron para normalizar la vida de la comunidad a pesar de que el antisemitismo no desapareció. La caída del gobierno de Perón, y la sucesión de gobiernos posteriores no atenuaron la presencia del antisemitismo más agresivo.
*Tacuara: Antisemitismo Nacionalista y Antisionista
Entre los años 1959 y 1966 aumentó la violencia antisemita, fueron tiempos muy duros. El secuestro y la posterior ejecución de Adolf Eichman por parte del Estado de Israel, proporcionó la justificación para el recrudecimiento de la acción del nacionalismo nazi en especial de la Guardia Restauradora Nacionalista y de Tacuara más tarde, en su ataque a las instituciones judías. Graciela Ben Dror ha estudiado la influencia que tuvo para el crecimiento del antisemitismo en el país y en otros países de América, la propaganda e influencia del presbítero católico Julio Meinvielle, en los años de la Shoá y también posteriormente. En los años sesenta fue el adalid espiritual e ideológico del violento y activo grupo antisemita Tacuara, integrado por jóvenes de la oligarquía argentina.
Uno de los discípulos de Meinvielle fue Jordán Bruno Genta, y también tuvo todo el apoyo de la Fundación Pérez Companc. Según escribió Horacio Verbitsky en el periódico Página/12, la compañía de Gregorio Pérez Companc financió la campaña del “propagandista antidemocráticos y antisemita más furibundo de la historia argentina”.
En el año 1959 Arturo Frondizi, se encontraba al frente de la presidencia, había llegado al poder con el voto del peronismo que había sido proscripto políticamente. Alvaro Alsogaray, le había sido impuesto al Presidente por los militares, y dirigía la política económica con un programa altamente recesivo. Para detener el movimiento huelguístico provocado por las medidas de Alsogaray, se puso en marcha el Plan Conintes, que implicaba la represión política con la intervención del Ejército. Los militares, por su parte, hostigaron permanentemente la política presidencial con treinta y dos planteos militares, demostrando la debilidad de la posición de Frondizi, al que obligaron a instalar en el Gobierno a los sectores recalcitrantemente antiperonistas.
La revolución que había tenido lugar en Cuba polarizó las posiciones políticas en la Argentina, generando un fuertísimo sentimiento anticomunista, sumado al que ya tenían, la derecha, la Iglesia y el liberalismo antiperonista.
Desde los inicios de ese mismo año se desató una fuerte escalada de actividades antisemitas, ataques contra la Sociedad Hebraica Argentina, bombas contra el templo de Libertad, en sinagogas de Córdoba y La Plata, la destrucción de un stand de la Facultad de Derecho de la Universidad Hebrea de Jerusalem.
Tacuara y la Unión Cívica Nacionalista organizaron múltiples actos donde se incitaba al ataque y la matanza de judíos. Nunca hubo intervención policial para impedir estos actos a pesar de todas las denuncias de la DAIA. En ese momento se libraba una enconada batalla por parte del estudiantado -Laica contra Libre- contrario a la promulgación de una ley que favoreciera la creación de las universidades privadas y religiosas.
*Tacuara y los ataques contra los judíos y sus instituciones.
El 28 de marzo de 1962 el gobierno de Frondizi cayó por un golpe militar, y fue sucedido por Guido, cuyo gabinete tendrá representantes de la más recalcitrante ultraderecha.
Leonardo Senkman señala que ese fue el momento de mayor actividad antisemita que culminó con el rapto de Graciela Sirota y el tatuaje de esvásticas en su cuerpo. La DAIA determinó un paro de protesta que contó con el apoyo de la inmensa mayoría de las instituciones democráticas del país. Estudiantes judíos y no judíos adhirieron al mismo. La respuesta de Tacuara, publicada en octubre del mismo año, acusaba a los judíos de izquierdistas y capitalistas, señalando la trayectoria anti peronista de la colectividad junto a su gorilismo anti peronista.
A fin de año fueron clausurados el teatro IFT y once instituciones judías del ICUF, la intención era la de confundir a la opinión pública sobre las actividades de la colectividad, la clausura obedeció a una iniciativa de carácter absolutamente antisemita.
En ese mismo año, la Liga Arabe se instaló en la Argentina con Hussein Triki a la cabeza, su objetivo apuntaba a la creación de una división entre la comunidad árabe y la judía y por otra parte hacer una publicidad de hostigamiento contra Israel y el Sionismo. Para el cumplimiento de su propósito se unió a Tacuara, Mazorca y la Guardia Restauradora Nacionalista subsidiando sus actividades.
Sectores del peronismo participaron recurriendo al mismo remanido discurso, relacionando comunismo, judaísmo y sionismo; el peronismo de derecha se embarcó en una militancia fuertemente antisemita. Desde la Secretaría General de la CGT, José Alonso tuvo buen cuidado en señalar que no habían adherido a un homenaje a Triki y a los conceptos vertidos allí.
En 1963 llegó a la presidencia el radical Dr. Arturo Illía, con el voto peronista proscripto, desde las filas de Tacuara recrudeció la actividad política combativa y antisemita. En febrero de 1964 fue asesinado un militante de izquierda, judío, Raúl Alterman, sus padres recibieron una carta de Tacuara: “… nadie mata porque sí nomás, a su hijo lo han matado porque era un perro judío comunista. Si no están conformes que se retiren todos los perros y explotadores judíos a su Judea natal ¿Qué hacen en nuestro país? Estamos hartos de oír las súplicas y llantos pagados por la DAIA y otras instituciones judías al Gobierno…” Un sector del peronismo se identificará con Tacuara, que se incorporó al peronismo sindical y estudiantil sin abandonar su ideología antisemita.
La respuesta de la DAIA, en 1962 fue clara, defendió a los judíos como colectividad y como individuos en peligro. En lugar de reclamar medidas represivas (y uno puede imaginar que la tentación era grande), las declaraciones oficiales judías defendieron “La democracia y sus lagunas” “Empiezan con los judíos para terminar con la democracia”.
En este sentido, se puede decir que la DAIA fue más perspicaz que el Gobierno radical que no atinó a dar una respuesta contundente a estas y otras provocaciones que acabaron con él.
*El Retorno del Peronismo
El período del segundo gobierno de Perón, encierra tantas contradicciones y conflictos como los que el peronismo -como movimiento político- tuvo ideológicamente; así, su ala de derecha furibundamente antisemita se expresó en diversas publicaciones. “El Caudillo”, por ejemplo, publicaba caricaturas de montoneros, caracterizándolos burlonamente como judíos, “Las Bases” era otro periódico donde se atacaba todo aquello que considerara “representante de la sinarquía internacional, comunismo y sionismo”, además de personas públicamente reconocidas como judías, como fue el caso de Timerman. Lopez Rega, en un viaje a Libia, afirmó que las negociaciones fracasaron por la intervención de los judíos en el Gobierno (peronista). Como expresión de autoritarismo antisemita, la revista “Cabildo” casi no tuvo paralelo.
A la muerte de Perón un grave enfrentamiento entre las fuerzas del peronismo de derecha y de izquierda desembocó en una lucha feroz por representar a la autodesignada verdadera identidad peronista. Las actividades de grupos parapoliciales como la Triple “A”, que se cobraban cientos de víctimas asesinadas a pleno día, las numerosas publicaciones de derecha virulentamente antisemitas se manifestaron en feroces atentados contra instituciones e individuos judíos como fue el caso del asesinato de Daniel Winer, secuestrado en la Facultad de Ingeniería y acribillado con 30 balazos por la organización Mazorca. Senkman cita a “Nueva Sión” y “Voz Libre” como los periódicos comunitarios que entendieron que este crimen era el “comienzo de la amenaza fascista tendiente a ‘conjurar la conjunción sinárquica judeo-bolche’.
Daniel Winer habría condensado en su persona, la imagen odiada por quienes -desde las páginas de “El Caudillo”, “Patria Peronista” y “Cabildo”- exaltaban la cruzada anticomunista y antisinárquica de la misión Ivanissevich en la UBA.” La escalada de asesinatos y desapariciones aumentaba, como el miedo y el terror, ocultados por la autocensura de la prensa. Una pegatina de afiches por toda la ciudad llamó claramente al ataque del barrio de Once.
Los ataques y ametrallamientos de sinagogas en el Interior, el asesinato por la Triple “A” de dos médicos judíos cordobeses, amén de los de militantes y obreros y dirigentes sindicales que se enfrentaban a la ortodoxia peronista, alimentaban una violencia creciente. En abril de 1974 fue prohibido, en Córdoba, un acto en conmemoración del Levantamiento del Gueto de Varsovia. En el programa televisivo del periodista Llamas de Madariaga, en una entrevista a los embajadores de Siria y Libia fueron vertidas las más crudas expresiones antisemitas.
Por esa época se estaba filmando la película “Los Gauchos Judíos”, se obstaculizó por todos los medios el rodaje, y se llegó a amenazar de muerte al director y los actores para impedir el estreno. Cuando, de todos modos, el estreno se produjo -en el cine Broadway-, la sala fue atacada con bombas y petardos.
En 1975, los actos antisemitas continuaron contra las instituciones y las personas, venenosos ataques verbales contra el diario “La Opinión” y Timerman -su director-, al que permanentemente se le recordaba su origen judío, su sionismo y su pertenencia a la sinarquía internacional. Periodistas del diario fueron amenazados de muerte, entre ellos Heriberto Kahn, Ernesto Ekaizer y Enrique Raab
*La Dictadura Militar: El Horror y el Espanto
El 26 de marzo de 1976 se produjo el levantamiento militar que tomó el poder con la denominación de Proceso de Reorganización Nacional, rápidamente convertido en un aparato represivo que derivó en el Terrorismo de Estado.
El historiador Luis Alberto Romero, sostiene que “el caos económico de 1975, la crisis de autoridad, las luchas facciosas y la muerte presente cotidianamente, la acción espectacular de las organizaciones guerrilleras…el terror sembrado por la Triple “A”.
“Todo ello creó las condiciones para la aceptación de un golpe de Estado que prometía restablecer el orden y asegurar el monopolio estatal de la fuerza… fue una operación integral de represión… cuidadosamente planeada”.
“Toda acción estuvo estrictamente controlada desde los mandos militares que subordinaron bajo su autoridad o disolvieron a todos los grupos parapoliciales, de distinto tipo, que habían operado en los años anteriores. Toda la planificación y estrategia fue dirigida desde los más altos niveles de conducción castrense.”
Fue una acción terrorista, dividida en cuatro momentos principales: el secuestro, la tortura, la detención y la ejecución…”
Romero afirma que un terrible genocidio se perpetró contra las víctimas a través de crueles torturas y asesinatos, donde los cadáveres eran ocultados por diversos procedimientos, lo que determinó que todos los muertos fueran “desaparecidos”.
Fueron atrapados militantes, destruidas organizaciones políticas y sociales, asesinados dirigentes gremiales de base con actuación en las comisiones internas de fábricas, en donde en algunos casos hubo empresarios que solían requerir la colaboración de los responsables militares para eliminarlos. Fueron secuestrados y eliminados militantes políticos de diferentes partidos, sacerdotes, abogados relacionados con la defensa de presos políticos, activistas de organizaciones de Derechos Humanos y muchos otros.
Se secuestró a familiares de militantes políticos, personas cuyos nombres figuraban en agendas de detenidos, o aquellos que fueron nombrados por las víctimas de las sesiones de tortura. Pero más allá de los accidentes y errores, las víctimas fueron determinadas cuidadosamente por los altos mandos, la intención era acabar con todo el activismo, las protestas y reclamos sociales, hasta las demandas de un simple boleto escolar. No se podía tolerar ninguna manifestación de pensamiento o acción crítica, de este modo los vivos, y todo el conjunto de la sociedad, eran el objetivo del siniestro aparato. Así impusieron el control y la dominación por el miedo y el terror de toda la población…
” . . .El llamado Proceso de Reorganización Nacional supuso la coexistencia de un Estado terrorista clandestino, encargado de la represión, y otro visible, sujeto a normas establecidas por las propias autoridades. . . pero que sometían sus acciones a una cierta juridicidad…”
*La dictadura: asesinatos, torturas y vejaciones.
La investigación de Edy Kaufman y Beatriz Cymberknopf representa un primer paso hacia un estudio más elaborado de la dimensión antisemita durante la última dictadura militar.
Como dicen los autores, su trabajo tiene carácter descriptivo, no ofrece conclusiones definitivas. Consignaron la escalada terrorista anti judía producida por la unión de grupos ultra nacionalistas y el representante de la Liga Árabe en la Argentina, más o menos para los años 1960/1, señalando que: “Fuera de esos períodos excepcionales, durante toda esta época, los esporádicos episodios antisemitas no llegaron a producir mayores crisis dentro de la comunidad israelita argentina.”
En 1977, a un año del gobierno militar, estos investigadores señalaban que la comunidad mayoritariamente no creía en la posibilidad de un peligro antisemita porque no había razones para suponerlo pues la vida judía transcurría con toda normalidad y podía decirse que estaba en pleno florecimiento. Por otra parte sostenían que a pesar del notorio antisemitismo en importantes figuras militares, alimentado por la fuerte influencia de nacionalistas católicos profundamente antijudíos, y una gran identificación con la ideología nazifascista no pudo comprobarse que la cúpula hubiera estado comprometida con acciones antisemitas de la represión aunque es claro que toleró y estimuló con su pasividad las actitudes de sus subalternos, en tanto que los oficiales de primera línea alentaron y avalaron estos actos, entre ellos estaban Menéndez, Saint Jean, Suárez Mason y Ramón Camps.
Cymberknoh y Kaufman sostuvieron que los judíos no fueron perseguidos por su condición de tales, aunque se les infligieron sufrimientos mucho más cruentos que los que no lo eran. y citaron un documento de la DAIA demostrando que estaba enterada de que los judíos eran castigados con mucha mayor saña que los que no lo eran y que además se los agredía y humillaba por su condición.
En septiembre de 1984 Nueva Sion publicó una entrevista a Graciela Fernández Meijide, miembro de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, allí declaró que a los judíos no se los secuestró porque lo eran sino que cayeron con todos los que como ellos, eran militantes políticos, estudiantiles y gremiales. También contó que los que estuvieron con judíos desaparecidos vieron que se les castigó y humilló de un modo especial por su identidad.
En la cuestión de quiénes eran de origen judío, los genocidas tuvieron el mismo comportamiento que el nazismo, ellos determinaron quiénes eran judíos y debían ser castigados por ello, aún a personas sin ningún tipo de relación con el judaísmo. Sobre el trato recibido por los judíos, de sus verdugos, basta leer los informes de la CONADEP en el libro del “Nunca Más” y en todos los testimonios aportados por los testigos.
La CONADEP expresó que el antisemitismo era una especie de deformación religiosa que encubría la persecución política o ideológica: “El antisemitismo se presentaba como contrapartida a una deformación de lo cristiano en particular y lo religioso en general… La defensa de Dios y los valores cristianos fue una motivación ideológica simple para que pueda ser entendida por los represores, hasta en sus niveles organizativos y culturales. Esa necesaria identificación se hacía para forjar, en todo el personal represivo, una moral de combate y un objetivo tranquilizador de conciencias sin tener la obligación de profundizar las causas y los fines reales por los cuales se perseguía y castigaba, no sólo a una minoría terrorista, sino también a las distintas expresiones políticas, sociales, religiosas, económicas y culturales con tan horrenda metodología”.
También aquí se sostiene que hubo una herencia ideológica y metodológica proveniente del nazismo en los procedimientos de tortura, en la simbología usada, lo explicó mejor el periodista Robert Cox, en “The Buenos Aires Herald” que contó como vio dibujadas svásticas de gran tamaño en las paredes del Departamento Central de Policía.
El “antisionismo” fue otro argumento utilizado por los asesinos, esta vez destacando el rol promotor de Israel en tales planes y conjuras, y la doble lealtad atribuida a los judíos.
*La Dictadura Militar: El antisemitismo y los tormentos y humillaciones infligidos a los judíos
Se han determinado tres tipos de argumentaciones por parte de los verdugos contra sus víctimas, la tradicional antisemita, la racista nazi y la relación judaísmo y sionismo, el intentar separarlas puede producir una división artificial, ya que los tres tipos de argumentos aparecen, en la realidad, repetidamente mezclados y mutuamente ligados.
En el marco de un informe presentado por el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), el testimonio de la ex-detenida, Ana María Careaga, proveyó una generalización: “… el trato hacia los judíos era impresionante. Cuando, a veces, nos sacaban para golpearnos, elegían a los judíos por el sólo hecho de serlo”.
Más específicamente, la intensidad del maltrato y la tortura han sido fehacientemente documentadas. Blanca Becher, detenida en la cárcel de Olmos, declaró: “… en mi caso, cada vez que concluían de torturarme por la mañana, como otras prisioneras, me decían que volverían a la tarde porque soy judía, y numerosas veces lo hicieron”.
Cristina María Navarro, testimonió ante la Liga de Antidifamacion de la Bnei Brith de Nueva York, que uno de los guardias -a quien llamaban “El Zorro”- tenía una predilección especial por golpear a todos los detenidos de apellido judío. También hay referencias de que detenidos judíos fueron puestos en pabellones con restricciones más severas por el simple hecho de serlo, y sin tomar en cuenta sus presuntos delitos. Así lo atestiguó Ana María Careaga en el caso del centro de detención “la Leonera”. En el caso de Sierra Chica, se dividió a los prisioneros en tres grupos: G-1, aquellos que no serían liberados mientras durase el gobierno militar; G-2, cuya liberación estaba en duda; y G-3, quienes irían siendo liberados paulatinamente.
Se estimaba que en G-1 había especialmente judíos, según el testigo Grutzky, quien también agrega que en todos los casos, prisioneros judíos sufrieron algún tipo de actitud antisemita.
El antisemitismo más enconado se evidenció cuando la familia Dyszel publicó, en 1984, un anuncio en los diarios buscando a su hijo desaparecido con su esposa Mirtha. Y recibieron esta respuesta anónima: “Judío hijo de puta: Yo soy uno de los que mató al MIERDA DE TU HIJO y a la Puta de tu NUERA. Son 2 JUDÍOS SIONISTAS MENOS EN EL MUNDO. ¡Si vos supieras dónde los ENTERRAMOS!! Te morirías, Judío Puto”.
Es decir, el hecho de presentar al Juez tres aspectos separados del antisemitismo, está basado en la búsqueda de una mayor claridad explicativa, pero no necesariamente reproduce la mentalidad del torturador, que evidencia un profundo odio a la víctima por su condición judía, sin establecer diferenciaciones.
Ana Larrea, ciudadana francesa residente en Argentina, secuestrada, prisionera en instalaciones de la Fuerza Aérea, y luego liberada y sacada del país por las fuertes presiones de la embajada francesa en Buenos Aires, relató a COSOFAM de Barcelona que durante la tortura era objeto de recriminaciones constantes por haberse casado con un judío y se la obligaba a ponerse de rodillas y rezar, para luego continuar con la tortura física.
Una vez lograda la democracia y bajo la presidencia de Alfonsín, se produjeron diversas amenazas e intimidaciones, particularmente en las escuelas judías. Desde los sectores antisemitas y reaccionarios se mofaban del Gobierno del radicalismo como el “Gobierno de la Sinagoga Radical”. En el período que le continuó, durante el menemismo, fue donde tuvieron lugar los terribles atentados contra la Embajada de Israel y la sede de la AMIA, de los cuales estamos todavía esperando que nos digan quiénes fueron, cómo lo hicieron y cuál será su castigo.
*Conclusiones
Hemos intentado, en el exiguo espacio de este informe, detenernos en este momento histórico situado en las décadas del ´20 y del ´30 para observar -con todo el detenimiento posible- cómo, en ese período, se sentaron las bases del pensamiento reaccionario, racista y antisemita.
Los personeros de esta ideología cooptaron las instituciones más conservadoras de la Argentina, entre ellas las Fuerzas Armadas y de Seguridad del Estado, implementando los planes de estudio con todas las obras de derecha -fuertemente antisemitas- anteriormente mencionadas y el aporte ideológico del nazismo.
Todo lo que ha sucedido posteriormente es fruto de la estrategia llevada adelante por estos sectores del nacionalismo argentino. La metodología empleada, los ataques, las torturas, los asesinatos, la propaganda, los discursos y la literatura que utilizaron, tuvieron sus orígenes en ese período.
La ideología antisemita expresada durante la dictadura y durante todos estos años, tuvo su matriz originaria en ese período y tiene continuidad en la actualidad. Es importante señalar que estos grupos son muy minoritarios, no tienen arraigo ni logran el apoyo de la mayor parte de la población, su poder reside en la vinculación que mantienen con integrantes de los sectores del Estado donde están las Fuerzas Armadas, la Policía y los Servicios de Inteligencia.
Su ideología nazi fascista y las relaciones que establecen con sectores del poder político que los necesita y utiliza, les hacen ser ejecutores y cómplices de los peores hechos que han tenido lugar en la Argentina.
Tal vez, por esta razón, la comunidad judía padece agresiones antisemitas y como, el resto de sociedad, sufre el autoritarismo y la violencia.
En la oscura trama tejida entre el poder y los intereses económicos ligados a la política, la impunidad y la corrupción forman parte de la endeble democracia argentina. La violencia antisemita también es una consecuencia de todo ese complejo proceso que en algún momento deberá ser desmontado.
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