LA HISTORIA DE ANA UMLAUF
CUENTOS DE AUSCHWITZ : Historia de Sobrevivientes
Estos son relatos publicados en el mes de enero con motivo del aniversario de la liberación de Auschwitz.
Por diversos motivos no los publicamos, creemos que no es necesario colocar artículos solo en fechas conmemorativa.
En tiempos de tanta crueldad, que afectan a otros grupos humanos, con los cuales nos solidarizamos en su dolor y sufrimiento, también queremos seguir recordando a las víctimas de la Shoá. Sin fecha estipulada.
Creemos que fue la Shoá con su inmensa perversidad la que abrió la Caja de Pandora para que pese a l horror, el mundo se ha acostumbrado y en cierto modo hasta lo ha naturalizado, mientras solo les pase a los otros. . .
En la lectura de este artículo puede comprenderse que el heroísmo reviste formas diversas y así ha sido la historia de la madre de Eva, una joven de 21 año que apenas logró sobrevivir a un parto nada menos que en Auschwitz, sacó adelante a sus hijas y solo se permitió dar rienda suelta a su pesar cuando supo que ya no era imprescindible
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Eva Umlauf, nació en diciembre de 1942 en un campo de trabajo en Nowaky, Checoslovaquia, en lo que hoy es Eslovaquia. Ahora vive en Munich, Alemania, y trabaja como psicoterapeuta. Ella regresó a Auschwitz por tercera vez.
Este es el relato de su historia:
“No recuerdo nada de cuando llegamos a Auschwitz en 1944. No tengo recuerdos conscientes de ese tiempo, pero un montón de los inconscientes. Mi madre me contó que cuando me tatuaron el brazo con una aguja fue tan doloroso que me desmayé. El número que me dieron y que todavía tengo es el A26959. El de mi madre terminaba en 8, yo fui probablemente más pequeña de los niños que fueron tatuados que sobrevivió.
Mi madre estaba embarazada de cuatro meses cuando llegamos. Mi hermana Nora nació allí en abril de 1945. Los que llegaron sólo dos días antes fueron gaseados inmediatamente, si hubiéramos estado ahí nos hubiera pasado lo mismo. Nuestro transporte fue el primero en que ninguno de sus pasajeros fue llevado a las cámaras de gas, probablemente porque sabían entonces que los rusos estaban muy cerca. Llegamos el 2 de noviembre, el 30 de octubre habían asesinado a 18.000 madres y niños que habían llegado de Theresienstadt.
En las dos ocasiones en que he vuelto a Auschwitz, en 1995 y 2011, aunque no tengo recuerdos, como tales, del tiempo que pasé allí, algo se desencadena muy profundamente dentro de mí , afectándome psíquica y físicamente. Me pongo muy nerviosa y la muerte, el frío, el vacío se sienten y me abruman, siento que esto es muy difícil de explicar, pero está en todas partes. Puedo sentir que la tierra quema en todas partes donde camino.
Cuando Auschwitz fue liberada en enero de 1945, los que estaban muy enfermos, tuvieron que quedarse allí. Un pediatra judío de Praga, dijo que mi madre y su bebé no sobrevivirían. Ella tenía raquitismo, tuberculosis e ictericia. Pero en abril, contra todo pronóstico, mi madre dio a luz a mi hermana, ayudada por los prisioneros que eran médicos.
Mi madre nunca habló mucho acerca de nuestra estancia allí, principalmente para protegernos a todas. Ella tenía 21 años cuando finalmente fuimos capaces de salir, con una niña de dos años y otra de seis semanas de edad. Ella también llevó con nosotros a un niño de cuatro años que no tenía padres, pasó meses buscando sus parientes, hasta que finalmente los encontró. Al mismo tiempo, había perdido a su marido y estaba de luto por él. Había una prohibición tácita de hablar de estos temas. Volvimos a vivir en Trenčín, la pequeña ciudad en Eslovaquia, donde mi madre se había mudado cuando se casó con mi padre, y donde la Cruz Roja nos encontró un cuarto.
Hubo una búsqueda frenética para ver quién había sobrevivido y buscar parientes. Pero ninguno de nuestros familiares sobrevivió. Mi abuela, mis bisabuelos y tres hermanos de mi madre, todos habían muerto.
Probablemente mis primeros recuerdos están relacionados con el caminar por las calles de Trenčín y la gente parándose, diciendo asombrada: “Ustedes volvieron!” “¡Es un milagro que estén vivas!” Entendí entre mis tres años y medio y los cuatro años que yo era un milagro porque lo había escuchado tantas veces, pero sin comprender el significado de esas palabras. Sólo mucho más tarde pude saber que realmente había sido un milagro que hubiera sobrevivido, cuando supe que de los miles de hombres y mujeres eslovacas que fueron deportados a Auschwitz, sólo unos pocos cientos volvieron.
Mi madre hizo todo lo posible para darnos una vida normal. Ella nos envió a la escuela y se aseguró de que estudiáramos. Ella era amorosa y estaba llena de recursos. Fue sólo más tarde, cuando envejeció, que entró en depresión. Habiendo sido tan capaz y diligente durante tan largo tiempo, para habernos sacado adelante a todas juntas, ella simplemente se vino abajo como si estuviera abrumada por toda la carga que había llevado sobre si, y murió a la edad de 72 años. No ha sido por casualidad que mi hermana y yo llegamos a ser médicas, hemos tenido una absoluta necesidad básica de ayudar a la gente y salvar vidas.
Más tarde me especialicé como psicoterapeuta, un trabajo que me gusta muchísimo, pero que me confronta diariamente con el sufrimiento causado por el Holocausto… Mis pacientes son de ” ambos lados ” – víctimas o perpetradores, o sus familiares – y muchos son lo que podemos llamar transgeneracionalmente afectados – llevando con ellos los problemas y traumas que sus padres o abuelos nunca trataron, y que de no ser curados, son como una enfermedad contagiosa que ellos trasmitirán a la próxima generación.
Me casé con un judío polaco y nos instalamos en Alemania, la ” Täterland” ” – la tierra del perpetrador – luego de haber sido expulsados de Checoslovaquia tras el colapso de la Primavera de Praga en 1968. A veces se siente como una extraña decisión la de vivir en Alemania debido a que el Holocausto es tan omnipresente aquí y hay un creciente antisemitismo que me asusta, sobre todo cuando se lo siente en todas partes, en Alemania, por lo que siempre repito lo que Primo Levi escribió: ” lo que pasó puede volver a ocurrir. “
Esta es la razón por la que voy a las escuelas en los alrededores de Munich, a hablar con jóvenes de 15 años porque tenemos que enfrentarnos todo lo que sea necesario con esto. Por eso volví a Auschwitz. Será tal vez la última vez que muchas personas regresaron, el final de una época. Las heridas pueden haberse sanado pero las cicatrices son todavía muy visibles “
Fuente. 27 January 2015 Tales from Auschwitz: survivor stories. Kate Connolly.theguardian-