LA INVENCION DE LA TRADICIÓN ANTISEMITISMO Y ANTISIONISMO
Estamos asistiendo una vez más a la reinvención de la historia y la manipulación del lenguaje con fines políticos. La pregunta es qué respuesta articularemos como judíos.
Este título se refiere a un libro escrito por Eric Hobsbawn junto a Terence Ranger llamado La invención de la tradición. En una definición acerca del tema, además de otras posibles, sobre las cuales no queremos extendernos aquí y ahora; los autores definen la “tradición inventada” como “… un grupo de prácticas, normalmente gobernadas por reglas aceptadas abierta o tácitamente y de naturaleza simbólica o ritual, que buscan inculcar determinados valores o normas de comportamiento por medio de su repetición, lo cual implica automáticamente continuidad con el pasado…”
En este artículo y si es posible en algún otro, trataremos de definir cómo en este momento estamos asistiendo a la presencia de un fenómeno parecido y preguntándonos cuál será nuestra respuesta como judíos de la diáspora y como judíos israelíes.
La historia del judaísmo es muy antigua, llena de paradojas e ironías. Fue uno de los reinos más pequeños e indefensos de la Media Luna Fértil, en el mundo antiguo estuvo antecedido, rodeado e invadido por los estados más importantes y poderosos de su tiempo. A pesar de todo ello, este pueblo de dura cerviz, como afirma reiteradamente el texto bíblico, es el que impulsó por primera vez en la historia el monoteísmo ético. La creencia en un Dios único que se compromete con el destino humano y con el del pueblo al que eligió como suyo. Los judíos contaron su historia en su libro sagrado, del cual se apoderó Occidente convirtiéndolo a su vez en la historia sagrada de la creación del mundo. Esta nación que se quedó sin territorio ha sobrevivido y mientras de los otros quedan sólo majestuosas ruinas, o apenas algunos recuerdos, los judíos han creado un estado moderno y su existencia, aunque muy cuestionada, continúa obstinadamente su camino.
También el Islam, una religión con más de 1.200 millones de seguidores, se inspiró en el relato judío para afirmar que los musulmanes son descendientes de Abraham, a través de Ismael, el hijo que tuvo con su esclava Hagar. También hizo suyas algunas de las premisas básicas judaicas, transformándolas en prácticas de la fe musulmana.
Tal vez sean esas algunas de las razones, pero no las únicas, por las que seguimos ocupando un protagonismo no querido en las primeras planas, en los medios de comunicación, y debemos o continuamos explicando y justificando nuestra existencia frente a ataques recurrentes. Es evidente que continuamos siendo un problema a pesar del alto precio que hemos pagado por nuestra decisión de continuar siendo judíos, por nuestro apego y amor por nuestro pueblo y nuestros propios valores. Esta decisión ha llenado nuestro pasado con persecuciones, expulsiones y el exterminio de millones de judíos en uno de los genocidios más espantosos que hayan ocurrido en la historia.
Sin embargo aquí estamos, a pesar de todo, y de todos los interrogantes que se plantean sobre nuestro futuro. Pero existen algunas paradojas que es necesario señalar porque, a pesar de que vienen de muy antiguo, continúan influyendo sobre nuestra condición y destino también ahora.
Orígenes del Antijudaísmo
Es preciso señalar que los orígenes del antijudaísmo se hallan en el surgimiento del cristianismo. El relato de Pablo, un judío, el fundador del cristianismo, que puebla las páginas de los Evangelios, contiene una historia que ha marcado el destino del judaísmo a partir de su aparición. La acusación de deicidio que ha pesado sobre nuestras cabezas a partir de sus comienzos, marcó nuestro sino, cuando el cristianismo se convirtió en la religión oficial del Imperio Romano. Pablo determinó que el Verus Israel, el Pueblo Elegido, ya no serían los judíos sino los cristianos. En el relato de quienes fueron los elegidos, a nosotros nos tocó de acuerdo a Pablo, el papel de los réprobos. El Evangelio según San Juan selló nuestra suerte al denominarnos “Hijos del Diablo” y otras acusaciones.
El relato sobre Judas, Yehudá en hebreo, señaló nuestro camino, desde esos tiempos existen los argumentos que justifican la destrucción de nuestro pueblo y, aunque esta afirmación parezca excesiva, quienes sostienen desde la derecha y desde la izquierda que el Estado de Israel debe ser destruido, también se basan, aunque a veces lo ignoren, en los mismos fundamentos. No sabemos que nadie se haya permitido pedir la destrucción de un Estado como se ha hecho con Israel, y eso que existen algunos países cuyos nombres son sinónimo de muerte y desgracia, pero nadie se atrevería a decir lo que se dice de Israel.
El antijudaísmo teológico creó sus propias tradiciones, cuestionando la legitimidad de nuestro origen, y es la explicación que sigue aún vigente a pesar del tiempo transcurrido, pues creó el odio al judaísmo. Lo ha hecho el cristianismo en todas sus expresiones, desde el catolicismo, la ortodoxia cristiana, una perseguidora contumaz de los judíos, hasta el odio de Lutero que tanto influyó en los antecedentes del nazismo.
Orígenes del antisemitismo
La palabra antisemitismo es una invención de fines del siglo XIX. En 1879 el alemán Wilhelm Marr acuñó la palabra “antisemitismo” para aplicarla al movimiento que surgía en toda Europa contra los judíos y su influencia; dos años después un corresponsal alemán mandaba a La Revue du Monde Catholique (París) un artículo sobre las primeras manifestaciones de ese contagio en Francia.
En aquel entonces nada presagiaba el éxito para ese fenómeno sociológico en Francia; no había más de 60.000 judíos, de los cuales muchos eran patriotas franceses que habían abandonado los territorios de Alsacia y Lorena, anexados por Alemania. La mayoría (40.000) se encontraba en París y no representaba más del 2 por ciento de la población capitalina. Casi todos eran perfectamente asimilados y se sentían protegidos por una tradición de tolerancia y una legislación positiva que remontaba a Luis XVI. El antisemitismo se extendió por toda Europa, e hizo eclosión con el Caso Dreyfus.
La presencia de Teodoro Herzl y su comprensión del problema, en la sala del juicio en París, dio lugar a la creación del sionismo político, instrumento para la creación de un futuro estado judío. La ola antisemita se expandió hasta Europa Oriental, allí el zar pagó de su propio peculio la publicación de los Protocolos de los sabios de Sion que es una de las publicaciones más exitosas de la historia: tiene miles de reediciones en todo el mundo, y aún continúa su difusión. El profundo y extendido antisemitismo de la época de entreguerras fue producto de su divulgación, que también originó la publicación antisemita escrita por Henry Ford: El judío internacional. Esta es la razón de que el antijudaísmo de carácter racista esté perfectamente expresado con la denominación de antisemitismo.
En estos días se han vertido millones de litros de tinta, y no podemos imaginar cuántos billones de bytes, para explicar las cuestiones que enfrentan a judíos y árabes. Entre esas explicaciones hay una correcta, que dice que judíos y árabes provienen de la misma rama lingüística, ya que no étnica. En los tiempos anteriores al nazismo se hubiera utilizado la palabra raza. Luego de esa amarga experiencia racista propiciada por el nazismo, todo lo que tenga que ver con raza como definición está totalmente prohibido en las ciencias sociales.
Irán, cuyo nombre proviene de la palabra ario, no es de origen semita. Los persas llegaron con otras tribus de origen indoeuropeo. Por lo tanto, la afirmación de un sheik islámico shiíta en Buenos Aires de que su origen es semita es no solamente errónea, sino también maliciosa.
En Europa se utiliza la palabra judeofobia porque se utiliza la palabra semita para designar a todos los musulmanes, pero la mayoría de los musulmanes que viven en Europa no son precisamente de origen árabe. Son africanos, turcos, kurdos y asiáticos de distintas denominaciones, a ninguno de ellos se le puede atribuir orígenes semitas.
Las fobias son enfermedades de carácter psicológico. Quien es fóbico tiene un problema o una enfermedad, quien padece la judeofobia odia a los judíos porque es un enfermo, por lo tanto no es alguien imputable por sus actos. Estos lavados de palabras, perpetrados con respecto a los judíos, como en el caso de la palabra Holocausto, son por lo menos peligrosos por su ambigüedad y el grado de confusión que provocan. Y esto puede verse ahora: se utiliza la palabra Holocausto para cualquier tema, ha sido despojada de la dolorosa connotación que tiene para el judaísmo. En esa mezcla de ignorancia, mala intención y antisemitismo, afirmar que los árabes son también semitas es una verdad a medias.
Orígenes del antisemitismo musulmán
El término antisemitismo se utilizó para la persecución de los judíos europeos. No había árabes ni musulmanes a perseguir en la Europa de fines del Siglo XIX, pues no estaban instalados allí desde hacía más de un milenio como sí lo estaban los judíos. En todo caso, el problema de los árabes y de los musulmanes de aquellos tiempos estuvo relacionado primero con el colonialismo y luego con el imperialismo europeo.
El nazismo abrevó de esa fuente de puro veneno antijudío que son los Protocolos. En los archivos del ejército alemán se pueden observar aún, los afiches antijudíos que acompañaban la “cruzada contra el bolcheviquismo y el judaísmo”. Dieter Wisliceny, el coronel de las SS, ayudante de Eichmann, declaró en un juicio luego de la guerra que los Protocolos eran empleados con el fin de justificar las ejecuciones en masa de los judíos, seres inferiores. Los slogans (“Los judíos son enemigos de vuestro pueblo”, etc.) provenían de los Protocolos.
En Medio Oriente, el Mufti de Jerusalem alimentó un profundo odio por los judíos que vivían en Eretz Israel, pero sus sentimientos estaban totalmente ligados al antisemitismo, influido por la ideología nazifascista de la que no sólo fue un simpatizante sino también un aliado consecuente. A comienzos de 1941, desde los micrófonos de una emisora secreta, en Irak, el Gran Muftì invocaba “el derecho de los árabes a resolver el problema judío con la misma modalidad y los mismos medios adoptados por el Führer“, y lanza una proclama para que “todos los musulmanes contribuyan con las armas al triunfo de las fuerzas del Eje”.
En junio de 1943, en Berlín, en ocasión de un importante acto nazi, el Mufti lanzó sus dardos contra la Declaración Balfour, diciendo que fue establecida gracias a la “conspiración anglo sajonamasónica–judía“. Les dijo a los altos oficiales de las SS presentes: “El Tratado de Versalles no fue sólo un desastre para ustedes los alemanes, lo fue también para el pueblo árabe. En cada caso, hoy sabemos cómo poner las cosas en su justo lugar y, sobre todo, hoy somos técnicamente capaces a un grado tal que podemos eliminar de la faz de la tierra a todos los judíos…”
En el mundo árabe e islámico se difundió a partir de los años ’50 una enorme cantidad de materiales basados en los libros de Hitler, el Mein Kampf y los Protocolos. En el Egipto de Nasser los Protocolos fueron reimpresos por el ministerio de cultura. El rey Feisal de Arabia les regalaba textos de lujo a sus visitantes extranjeros… En el mundo musulmán, en la actualidad, estos textos tienen una gran popularidad y difusión, son utilizados en las escuelas y ese odio antisemita fue acuñado en la vieja matriz europea.
La expropiación de una tradición o la manipulación del lenguaje
En este momento, a comienzos del siglo XXI uno de nuestros problemas más graves es el cuestionamiento con argumentos pseudojurídicos por parte de la izquierda y la derecha, a la legitimidad de la existencia del Estado de Israel, y la “generalización de la idea de que los israelíes hoy cometen los mismos delitos de los que fueron víctimas”. Se traza así un paralelismo al que se agrega la absoluta banalización del término Holocausto pero implicando ahora que el Holocausto es lo que padecen palestinos y libaneses a manos de los judíos israelíes.
Los ideólogos que manejan la publicidad antiisraelí han aprendido a manejar muy bien conceptos históricos en su propio beneficio. Cualquier acto es calificado de un holocausto. La intención muy bien lograda es haber convertido a las víctimas en verdugos, al Holocausto en una verdad dudosa, objeto de bromas y burlas por parte del presidente iraní. En esa retórica también se han involucrado sectores de izquierda y aun gente bien intencionada. Se ha cargado a la palabra sionismo de una connotación negativa.
No se pueden permitir ni tolerar este tipo de infundios y agravios, no pueden aceptarse pasivamente, sin que nadie reaccione ante las burlas y los intentos negacionistas de la Shoá por parte de presidentes de estado, como es el caso de los presidentes de Irán y Venezuela. O de quienes sea. No debemos permitir que en lenguaje solapado se cuestione la existencia del Estado de Israel.
Reconozcamos que nos han expropiado la historia de nuestros orígenes, ciertamente a esta altura del milenio es un mal muy difícil de reparar, pero tratemos de impedir que se elimine la palabra y con ella el concepto de lo que ha sido y es el antisemitismo, un padecimiento ancestral de los judíos europeos que se extendió por todo el mundo. Se ha banalizado el concepto del sufrimiento del judaísmo a manos del nazismo, con el nombre con que se lo denominó, Holocausto. Se está transformando su sentido: son ahora los judíos israelíes quienes están cometiendo un Holocausto, hay una utilización malintencionada por quienes quieren que Israel sea destruido y se ha cargado con una connotación altamente peyorativa al sionismo. Hay mucha gente, entre nosotros y muy importante, a la que no le interesa la historia, hay quienes creen que hay una realidad más allá de las construcciones intelectuales, este pensamiento es extremadamente peligroso.
Este presente, esta realidad, son fruto de ese pasado, lejano y próximo. Renegar de él es presentar un flanco muy vulnerable frente a quien sabe manipular todas esas cuestiones con gran astucia y capacidad, porque tiene en cuenta la importancia que revisten el conocimiento y la utilización de las ciencias sociales. Esto les está permitiendo lograr inventar una nueva y propia tradición, apropiándose de nuestra historia, como ya ha sucedido en el pasado.
Artículo publicado en la Revista Horizonte 17-Oct-2006
Excelente análisis!!! Esa apropiación sucede del modo menos advertido : visitas del Papa a Auschwitz, uso etimológico de la palabra semita,como si el sentido ideológico e histórico no pesase, ” humanidad” y ” universalidad” como conceptos cristianos, rechazo a la “diferencia” que atenta contra esa “universalidad” , recuperación del judaísmo como folklore ” histórico como los klezmer polacos o el golem de meyrink en Praga, una idea tan genérica de los judíos que ahora los judíos podrían ser otros.