UNA HISTORIA DIFERENTE

EL DIARIO SECRETO DE ALFREDO SARANO

Una historia de Giusti:

El diario secreto de Alfredo Sarano y el convento del padre Sante Raffaelli .28 de enero de 2018 Personajes e historias. Cristina Uguccioni

Familia Sarano

Todo comenzó en Turquía, en Aydin, donde Alfredo Sarano nació en 1906, sus padres,Moisés y Allegra, era judíos sefardíes. En 1911, debido a la guerra entre Italia y el Imperio Otomano la familia se marchó a Nápoles y al año siguiente se mudó a Rodas.

Los años pasaron y en 1926 Alfredo decidió ir a Italia para inscribirse en la Facultad de Economía y Comercio de Bocconi. El joven se apasionó por sus estudios y se integró a la comunidad judía milanesa. Después de graduarse, en 1931, comenzó a trabajar como empleado en la comunidad y sus padres y su hermano Arturo se reunieron con él. En ese mismo año, Mussolini establece una ley que dispone que las pequeñas comunidades judías serán absorbidas por las grandes y para que los judíos fueran inscriptos en la comunidad de residencia y no en la de nacimiento. Alfredo, como empleado comunitario,  recibe la exigencia del gobierno de llevar un registro de sus integrantes para la recaudación de impuestos. Su tarea es elaborar una lista detallada y actualizada de los judíos que viven en la capital lombarda, un número que estaba creciendo ya que muchos judíos llegaban a la ciudad huyendo  de la Europa nazi.

El año 1938 es el de la promulgación de las leyes raciales, el “Manifiesto de la raza”, el año en que la población de todos los  judíos residentes en Italia serán censados por primera vez en la Dirección General de  la Oficina Central de Demografía y Raza.  Para Alfredo, 1938 es el año de su boda con Diana Hajes, una joven también originaria de Aydin. La pareja tendrá tres hijas: Matilde, Vittoria y Miriam. “Papá era un hombre de gran rectitud y honestidad, muy modesto, humilde, incluso tímido. Tenía un corazón limpio, era un hombre justo “, dice su hija Vittoria, que está casada, tiene dos hijos y vive en Israel, en Tel Aviv. “Papá hizo todo lo posible no solo para salvar a su familia, sino también para proteger a los judíos. Se sentía responsable por los judíos de Milán y se ocupó de ocultar sus registros con la lista detallada de sus integrantes. No sabíamos nada al respecto. Descubrimos este gesto solo después de la guerra, leyendo su Diario, que él nos dio”. Este Diario, que ha permanecido desconocido durante décadas, fue publicado recientemente por St. Paul bajo el título “Estamos vivos aquí”.

El libro, con un prefacio de Liliana Segre, fue editado por el periodista Roberto Mazzoli, que había leído un libro escrito por un franciscano, en la que contaba de un joven cadete, oficial alemán de la Wehrmacht, de 21 años, Erich Eder, católico, que, en 1944, se detuvo en Mombaroccio y se refugió con sus hombres en el convento del Beato Sante, donde encontraron refugio también muchos habitantes de la zona durante el bombardeo. Erich sabía que algunos de ellos eran judíos pero no los traicionó ni los deportó. Mazzoli quería buscar a estos judíos y, después de una larga y paciente búsqueda, rastreó a las hijas de Alfredo y el Diario.

En 1938 la Comunidad judía de Milán debía entregar la lista de los judíos al censo de Demografía, pero, cuenta Mazzoli, “Alfredo comprende el peligro que representaba la entrega de un censo y comienza por demorar su tarea hasta que toma la determinación de boicotearla. (…) El censo llega a su fin en toda Italia en el otoño de 1938. El de Milán, se termina a fines de 1943 y cae en manos de los nazis, sin que se decidan a correr el riesgo de usarlo, por dos razones. En primer lugar porque después del 8 de septiembre muchos milaneses han sido desplazados como resultado de un intenso bombardeo aliado. En segundo lugar, la lista de nombres permaneció casi sin cambios desde el censo de 1938 y es muy confusa su lectura gracias al trabajo de Sarano». Los registros verdaderos y seguros, actualizados minuciosamente por Sarano quedaron escondidos en las oficinas de la Comunidad Judía de Milán.

La familia Sarano, en el verano de 1943, partió hacia Le Marche,  Alfredo, que permaneció en Milán, fue testigo del bombardeo masivo de la ciudad. El 12 de septiembre, escribió en su diario que “un número enorme de tanques tomaron posiciones a lo largo de las murallas de Porta Venezia, Porta Vittoria, Porta Ludovica, Porta Ticinese, etc”. Y continúa: “Cuando llegué a la oficina me dijeron que el contador D’Angeli que, en vista de que los alemanes ya habían llegado en Milán, tuvo que abandonar sus oficinas y dispersar los registros para que no cayeran en sus manos, impidiéndoles encontrar fácilmente a los judíos. Vaciamos las oficinas y escondimos en las distintas bodegas todos los registros y todos los archivos de la Comunidad porque no había forma ni tiempo de quemarlos». Los alemanes nunca los encontrarán. Por su parte, ellos se escondieron para evitar su detención y no denunciar esos datos tan importantes de los que tanto sabían

En Mombaroccio

Alfredo decide unirse a su familia en Pesaro, que acaba de ser ocupada por los alemanes. El peligro era muy grande. Y así, dice su hija Matilde, “tan pronto como mi padre llegó de Milán, con su hermano Arturo partimos hacia Mombaroccio”. Allí Alfredo “logró alquilar una casa de campo muy destartalada, un granero, cerca del Passo del Beato Sante, un granjero llamado Gino Ciaffoni, que descubrió que éramos judíos”. Incluso «un granjero llamado Dante Perazzini y el padre Sante Raffaelli, del convento del Santísimo Sante, sabían que éramos judíos: nunca lo revelaron».

En 1944 en Mombaroccio, comenzó el paso de las tropas alemanas en retirada y para la familia Sarano, que vivía al pie del Santuario del Santísimo Sante, comenzó una época de gran temor. En la primavera, 150 paracaidistas alemanes de Montecassino se instalaron en la región donde también había incursiones de fascistas buscando partisanos. El padre Sante Raffaelli, que era guardián del convento, se esfuerza de todos los modos posibles para garantizar la protección de los judíos, desertores y partidarios escondidos en los alrededores. Muchos judíos que pasaban por Pesaro fueron llevados al convento por el clero diocesano. En el verano de 1944, son decenas de familias que pudieron contar con la protección de los frailes y los desplazados que vivían en los alrededores que estaban siempre en contacto con el padre Sante.

Una mañana en el verano de 1944 entraron en su casa dos soldados alemanes con dos gallians muertas en sus manos y le ordenaron a la esposa a Alfredo que los cocinara. Unas horas más tarde regresaron para comer. Diana contaba. “estábamos allí sentados con la muerte en el corazón porque temíamos que descubriesen que éramos judíos, cosa que podía salir de la boca de la niñas que estaban sentadas sobre las rodillas jugando con sus bucles.” Vittoria tiene pocos recuerdos del tiempo transcurrido en Mombaroccio  pero dice, “guardo uno de mi padre que siempre me hace sonreír: en invierno, en la mañana, se levantaba y abría la puerta de casa donde le caía la nieve en el pecho” “entonces recogía un poco con una cuchara, luego la recubría con mermelada y se la comía.”

El oficial alemán Erich Eder 

« A fines del verano de 1944 – escribe Mazzoli – la Quinta Flota norteamericana y la Octava Flota británica estaba listas para inicial el ataque a los puestos de avanzada de la Línea Gótica. Para comprender la importancia de estas operaciones bélicas basta pensar que el 24 de agosto llegan a los pies de Mombaroccio, desde el Cuartel general de Siena, el Primer Ministro inglés Wiston Churchill junto al general Harold Alexander. En la noche del 25 y 26 de marzo (…) la artillería comienza a golpear sin cesar la colina Santa Maria di Scotaneto apuntando al convento del Beato Sante donde se hallaban cientos de refugiados, así como el comando alemán dirigidos por Erich Eder». Este joven soldado hacía varias semanas que se hallaba allí con sus hombres. En la víspera de la batalla fina,l elige como alojamiento personal la casa di Alfredo, quien se ve obligado a darle la bienvenida. 

Aquella noche comenzaron los bombardeos y la familia Sarano corre al convento. Alfredo escribió: “ Entramos en el refugio que estaba constituido por los sótanos del convento, y un túnel largo de unos treinta metros, excavado en la roca a dos o tres metros de profundidad bajo el nivel del caserío.  Encontramos todos los amigos refugiados en este asilo” En el curso de la noche llegaron también una veintena de soldados alemanes que entraron en el refugio… Su llegada, escribió Alfredo,  “nos provocó una gran ansiedad porque temíamos que inadvertidamente alguno denunciase nuestra identidad, o tal vez porque que los alemanes por una arcana intuición comprendiesen que éramos judíos y se decidiesen a enviarnos a los campos de exterminio. Erich Eder ya hacía semanas que sabía que eran judíos pero no se decidió ni a detenerlos ni a deportarlos. Al padre Raffaelli comenta: “nosotros no habíamos notificado a nadie sobre la presencia de los judíos cuando nos dimos cuenta. Para nosotros eran refugiados como otros en este convento». Alfredo  no supo nunca que le debía su salvación a la decisión de Eder.

La liberazione 

En el refugio, las horas transcurrían con miedo, el sábado 26 de agosto, durante todo el día, la batalla y el furioso cañoneo continuaron.  ”Aquella tarde” contó Alfredo” todos vertimos calientes lágrimas pensando que esas serían nuestras últimas horas”. Luego contó que Erich Eder, el oficial alemán antes de dejar el refugio para tratar de unirse con el grueso de su ejército “ le pidió al Padre Sante que le diera la bendición porque no sabía si quedaría vivo. (…) Por  un momento olvidamos la trágica situación en la cual nos encontrábamos y nos conmovimos viendo aquel militar, que como creyente invocaba a través del sacerdote, la salvación divina”. Después de horas de silencio absoluto llegaron los soldados canadienses. La mañana del 27 de agosto los refugiados salieron del túnel y vieron la luz. Estaban salvados.

En 1945 regresaron a Milán y Alfredo volvió a trabajar con gran dedicación en la comunidad judía como secretario. El Padre Sante Raffaelli, quien murió en 1980, desempeñò durante treinta años el cargo de Comisario de Tierra Santa por Le Marche y también fue en Israel avisitar la familia Sarano, en un encuentro que Victoria describe como “muy conmovedor”.

 Erich Eder regresa al convento del Beato Sante al cual se sentía ligado en múltiples ocasiones; Murió en 1998.

Alfredo en 1969 se trasladó con su familia a Israel, donde murió el  2 de abril de 1990. Las hijas, que siguen viviendo en Israel, volvieron a  Italia, a MOMBAROCCIO, para visitar a las familias Ciaffano y Perazzini que les habían dado su protección durante la guerra su protección. Y en 2016 se encontraron por primera vez con los hijos de Erich Eder durante una ceremonia celebrada en el teatro municipal de Mombaroccio. (Ver Video)

 

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